Capítulo 22: "Je veux".

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Hoy en la mañana me digné a salir de mi habitación con la idea de que mi madre no me hablaría y que nos miraríamos raro hasta que a ella se le ocurra hablarme y querer arreglar las cosas. Yo no estaba preparado para eso, tenía pensado seguir enojado hasta que sea el fin del mundo, o hasta que se me pasara el coraje.

Lía me ofreció una taza de té mientras que mi tía me miraba significativamente, Antonella ni siquiera me miró, Jean aún dormía. Al sentarnos todos a desayunar, habían idas y vueltas de miradas frías, miradas que reflejaban miedo e incluso nervios e incomodidad, hasta que alguien rompió el silencio.

- ¿Qué harán el día de hoy?. - Espetó Beatrice, en un esfuerzo de esbozar una sonrisa.

- Yo me quedaré por el parque y en la noche saldré con un amigo al cine. - Agregó Lía. - ¿Y tú, Noah?.

- Visitaré a mí novio y le pediré perdón por lo que pasó ayer, por la incomodidad que ciertas personas le causaron. - Espeté, enarcando una ceja y fingiendo superioridad. - Y luego veremos una película supongo.

- ¿Y tú, Antonella?. - Con la voz temblorosa y esa confusa sonrisa aún plasmada en su rostro, Beatrice le dió un sorbo a su taza de té.

- No lo sé, tomaré el sol, hornearé galletas. - Elevó sus hombros con indiferencia.

El desayuno fue incómodo, mi madre ni siquiera me miraba y yo esperaba que lo hiciera para demostrarle que yo tampoco la miraba, ambos igual de tercos, fingiendo desinterés. Tras terminar de desayunar, me vestí y me puse los lentes, agarré una mochila donde guardé mi celular, cargador y otras cosas más, luego me encaminé hacia la casa de Víctor, con menos nervios de lo usual.

El camino se me hizo bastante corto, siendo que no es tan cerca. En lo que iba de la semana, no nos habíamos juntado con los demás, estaban en época de exámenes o algo así, yo aún no me había puesto a hablar con Lía con respecto a eso, la universidad nos pareció bonita, amplia, tiene una biblioteca espectacular y las aulas estaban bien iluminadas y aireadas, pero todavía nos faltaba decidir. Admito que pensar en eso me causaba incomodidad, no sabría bien qué decisión tomar, tengo mis pros y contras para ambas universidades. Una vez en la puerta, golpeé la misma y esperé a que el pelinegro me abriera con una sonrisa inmensa en su rostro.. Pedí demasiado, su rostro no se notaba para nada alegre, sus ojos estaban entrecerrados, su nariz estaba enrojecida, sus labios paspados y sus mejillas ardían.

- ¿A qué se debe esta inesperada visita, trepamuros?. - Se hizo aún lado para toser en su brazo, luego pasó sus manos por su cara, deslizándose hasta su alborotado cabello negro.

- Quería hablar. - Ladeé mi cabeza. - ¿Estás bien?.

- Mi nariz parece la maldita catarata del Niágara, me duele el cuerpo y creo que tengo fiebre, pero fuera de eso, estoy de maravilla. - Apoyó su brazo sobre el marco de la puerta y me dedicó una sonrisa angelical. - ¿De qué quieres hablar?.

- Mi mamá, ayer te fuiste enojado y quería corroborar que todo estuviera bien entre nosotros. - Lo miré fijamente, parecía cansado, realmente estaba enfermo. - ¿Necesitas que cuide de Emma?.

- No, está bien. - Respondió, despreocupado antes de estornudar. - Lo siento.

- Salud. - Elevé la comisura de mis labios.

- Gracias, y no, no estoy enojado contigo, sólo que tu madre fue algo... Intimidante.

- ¿Entonces está todo bien?. - Hice mi voz más aguda mientras hablaba.

- Sí, tranquilo. - Meneó su mano antes de volver a estornudar. - Carajo..

- No te encuentras bien, Víctor. - Fruncí levemente mi ceño. - Déjame ayudarte.

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