Capítulo 23: "En otra sintonía".

6 3 2
                                    

El frío había aumentado un poco, mis manos estaban congeladas y el calor de la mantas cubría por completo mi cuerpo. Me levanté del sofá para acercarme a Víctor, quién intenta cocinar algo para Emma y para mí, estuve pasando la tarde en su casa y fue algo realmente hermoso.

- ¡Carajo!. - Protestó el pelinegro.

- ¿Qué sucede?. - me apoyé sobre la mesada a su lado. - ¿Te quemaste?.

- Un poco. - Ahogó un suspiro.

- Déjame ayudarte. - Insistí, ya que el pelinegro se rehusaba a dejarme ayudarlo.

- Yo puedo, será la mejor cena que habrás probado en tu vida. - Me aseguró, frunciendo su ceño para lograr concentrarse más.

Rodé los ojos mientras esbozaba una sonrisa y me quedé observándolo, la radio estaba pasando canciones al azar, hasta que sonó una que hizo que los ojos de Víctor brillaran al darse media vuelta y fijar su mirada en mí. Desde aquella tarde en la que ambos bailamos a la par de la canción, comencé a indagar más en los gustos musicales del pelinegro, conocí a Zaz, quien era la mujer que cantó “Je veux”, también me mostró a LP, quien canta su canción favorita: “Lost on you”.

- ¿Me permites esta pieza?. - Hizo una reverencia y esbozó una sonrisa, divertido.

- La comida se quemará. - Le recordé.

- Puede esperar. - Se enderezó y extendió su mano hacia mí.

La tomé y me dejé llevar, me hizo dar vueltas por toda la sala y mezcló diferentes pasos de distintos estilos de bailes para variar un poco, las risas no faltaron.
Cuando tuve la oportunidad anteriormente, busqué la traducción de la canción, habla del amor verdadero, no de buscar joyas, limusinas, etc. Se había vuelto de mis canciones favoritas desde entonces, al terminar la canción ambos nos reímos de lo ridículos que nos veíamos.

- Estás loco. - Carcajeé.

- No estoy loco, estoy enamorado. - Espetó. Al notar silencio de mi parte, sólo esbozó una sonrisa dulce y volvió a la cocina. - Noté que escuchas muy seguido a Zaz y LP.

- Me gustaron mucho. - Con mis mejillas rojas, le seguí el paso hasta situarme en la misma posición de hace un momento, sobre la mesada. - Sobre todo esa canción de recién.

- Es una canción hermosa. - Elevó la comisura de sus labios mientras separaba porciones en tres platos diferentes. - De hecho, me hace acordar a ti.

- ¿Por qué lo dices?. - Enarqué una ceja mientras le seguía el paso hasta la mesa, donde colocó los platos sobre la mesa, entre otras cosas.

- Cuando habla de la relación que quiere, siento que es lo que nosotros tenemos. - Agachó la cabeza, su mirada se centraba en la mesa, buscaba algo más para hacer y poder evitar mi mirada. - O al menos eso siento.

- Yo siento lo mismo. - Centré mis ojos en él, hasta que elevó su mirada e hizo lo mismo que yo.

- Entonces te la dedico. - Elevó la comisura de sus labios y se acercó para besar mi mejilla antes de irse a la cocina a buscar algo más.

Mis mejillas se enrojecieron aún más y no pude evitar sonreír. Emma salió de su habitación y se sentó casi instantáneamente en una de las sillas mientras Víctor traía la sal y una botella de agua.
Durante la cena hablamos con Emma acerca de sus clases en casa, ya que el papeleo para llevarla a una escuela común y corriente, sería más complicado al no tener autorización de sus difuntos padres y al no ser Víctor su tutor legal.

Horas más tarde me quedé viendo películas con Víctor en la sala mientras Emma dormía en su habitación. Apenas presté atención, estaba centrado en la respiración del pelinegro, la cual iba sincronizada con la mía, su brazo rodeaba mi cintura y mi cabeza reposaba en su hombro mientras que la suya reposa sobre la mía, lo oí tararear una canción, pero no pude saber de cuál se trataba.
Estar a su lado es como estar en otro planeta, se siente tan diferente que es difícil de explicar. Sus besos, sus caricias, su sonrisa, sus abrazos, su voz, sus ojos, sus labios, su cabello, todo de él conforma este mundo de fantasía al que me lleva siempre que lo veo, siento que él y yo estamos en otra sintonía. El miedo sigue estando presente muy dentro de mí, el miedo a que tal vez esto no signifique nada para él, el miedo a que mis besos no sean mejores que los de alguien más. Trato de ignorar esas inseguridades que están en mi cabeza, porque Víctor jamás hizo ni dijo algo para que yo sienta ese miedo, al contrario, demuestra ese amor incondicional que sólo muestran en las películas románticas.
La manera en la que me habla de las cosas, la dulzura que utiliza, sus ojos con ese brillo resplandeciente, ese hermoso brillo que sólo aparece cuando estoy junto a él.
Había estado observándolo por un largo rato y sin descaro alguno, hasta que su gruesa voz me devolvió a la realidad, a nuestra realidad.

- ¿Estás bien?. - Su mirada neutral se centró en mí.

- Sí, lo estoy. - Elevé las comisuras de mis labios y me aferré a su torso.

- Estás muy cariñoso hoy. - Entrecerró sus ojos y me miró, fingiendo desconfianza. - ¿A quién mataste?, ¿Qué hiciste?.

- Nada, idiota. - Esbocé una risita.

- Es decir, no me quejo. - Relajó la mirada. - Me gusta esto, pero es raro viniendo de ti.

- Me siento bien. - Espeté.

- Me alegra saberlo. - Me dedicó una sonrisa dulce. - ¿A qué se debe esa felicidad si se puede saber?.

- Es gracias a ti. - Sonreí al notar sus orejas enrojecidas al igual que sus mejillas. - Odio admitirlo, pero tuviste razón.

- ¿En qué?. - Enarcó una ceja.

- Cuando dijiste que lograrías hacer que me enamore de ti. - Desvié mi mirada, ahora yo era el que tenía el rostro similar a un tomate. - No te equivocaste.

Hizo silencio un momento, luego sostuvo mi mentón y guío mi mirada hacia la suya, besó tiernamente mis labios y se alejó unos pocos centímetros, los suficientes como para que las puntas de nuestras narices se rozaran.

- Siempre tengo razón. - Espetó, con una sonrisa egocéntrica plasmada en su rostro.

- Eres un idiota. - Le di un empujoncito.

- ¿Se te fué lo romántico?. - Mencionó entre carcajadas.

- Sí. - Fruncí mi ceño y me crucé de brazos. - Y nunca más volverá a aparecer.

- Era broma. - Se acercó e hizo un ademán de besarme, pero giré mi rostro. - ¿Acaso me negaste un beso?.

- Tal vez. - Espeté, fingiendo indiferencia.

- Pobre de ti, porque nunca más volveré a darte uno. - Dramatizó. - Heriste mis sentimientos.

- Oh, qué mal. - Ironicé.

- Eres malvado. - Frunció levemente su ceño.

Se acercó con la cabeza gacha y me abrazó nuevamente, ambos nos reímos y besé su mejilla. Horas después me iría a casa acompañado del pelinegro, quién se despidió poco después de dejarme en la puerta de mi casa.

- Buenas noches, Noah.

- Buenas noches, Víctor.

En otra sintoníaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora