Epilogo

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—Vamos, date prisa Martín— le pidió Ben desde el marco de la puerta a su hijo.

El pequeño de apenas siete años se sentó sobre su cama con toda la calma del mundo, y al no ver ninguna intención de que se moviera, su padre tuvo que ir hasta donde estaba para vestirlo.

—¿Por qué tengo que levantarme tan temprano si son vacaciones? — pregunto el niño de cabello castaño, a la vez que permitía que Ben le pusiera una sudadera encima, y después le acomodara las gafas.

—Porque hoy es el día que recordamos a mamá— le dijo, y de inmediato Martín pareció entenderlo.

—Oh, cierto. ¿Vendrán otra vez todos esos extraños?

—No son extraños, son amigos de ella. Y más vale que nos apresuremos porque tus abuelos ya me llamaron, y me dijeron que necesitan ayuda en el restaurante.

Tomo la mano del pequeño, y una vez que salieron de la habitación le puso seguro; le pidió que bajara y lo esperara en la sala, mientras él terminaba de asegurarse que todas las puertas quedarán bien cerradas.

Se irían unas dos semanas de vacaciones, por lo que tenía que darle un ultimo vistazo a la casa.

Se encontraba en su habitación, y cuando estuvo a punto de cerrar la puerta sus ojos se encontraron con el pequeño llavero que Nora le había tejido hacia años. Camino hasta el, y lo levanto del buro donde lo había colocado su hijo Martín el día anterior; estaba todo roto, y sucio, pero era el juguete favorito del pequeño.

En un principio no quiso prestárselo, pero el niño termino encariñándose a el y no podía imaginarse yendo a ningún lado sin este.

En el pasado no habría permitido que el llavero terminara en aquel estado, pero finalmente cedió ante los deseos de su hijo; y es que pese al temor que sentía de convertirse en un mal padre, las cosas salieron mejor de lo que esperaba.

Desde el día que se encontró con aquellos ojos iguales a los de Nora, se rindió a ellos de inmediato; no solo podía verse a si mismo en él, sino también a su fallecida esposa. Y cada que pensaba en tirar la toalla, recordaba la promesa que le hizo... simplemente no tenia que seguir.

Asi fue como aquel sujeto triste y amargado, encontró consuelo en un pequeño bebé; por su parte, él ahora viudo, y Martín, huérfano de madre se convirtieron en una pequeña familia que se esforzaba cada día por salir adelante.

Asi fue como aquel sujeto triste y amargado, encontró consuelo en un pequeño bebé; por su parte, él ahora viudo, y Martín, huérfano de madre se convirtieron en una pequeña familia que se esforzaba cada día por salir adelante

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La debilidad del jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora