Capitulo 20. El tonto de nuevo

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Entraron abriendo la puerta con bastante torpeza, tropezando con lo que se encontraban en el camino y cayendo bruscamente sobre la cama; sin embargo, nada de eso les importo porque estaban perdidos saboreando los labios del otro.

Una vez sobre el colchón, Ben no perdió tiempo y comenzó a quitarse la camisa, a la vez que Nora hacia lo mismo con su vestido; los besos no cesaban, y poco a poco la ropa empezó a caer sobre el piso.

—No tienes ni idea de cuanto he estado esperando esto— dijo el castaño entre besos y suspiros.

La joven no respondió, simplemente se dejo llevar entre aquel frenesí de caricias; ella también imagino mucho ese momento, por lo que apenas podía procesar lo que estaba ocurriendo.

La joven no respondió, simplemente se dejo llevar entre aquel frenesí de caricias; ella también imagino mucho ese momento, por lo que apenas podía procesar lo que estaba ocurriendo

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Desde que conoció a su jefe, quedo perdidamente enamorada de él... solo en sus sueños más locos imagino que Ben le correspondería de esa manera; y es que la tocaba y besaba de manera desesperada, demostrándole cuanto le gustaba y lo que provocaba en él. Pero a la vez se portaba como un caballero, teniendo cuidado de no hacer movimientos muy bruscos y siendo tierno a su manera.

A pesar de que era algunos años mayor que ella, Nora se sentía como su igual en ese momento; ambos eran libres de explorarse tanto como quisieran, y tocarse sin que existiera una jerarquía que seguir.

Parecía como si sus manos y bocas tuvieran voluntad propia.

¿Realmente estaba pasando?

Todo era demasiado bueno para ser cierto, pero ya no le importaba nada; solo queria rendirse ante aquellas sensaciones que no era nadie más que Ben quien se las estaba provocando.

—Ah... si...— dijo la chica, y después soltó un gemido cuando su jefe le subió el sostén y empezó a besar sus pechos; los tomaba con sus grandes manos, mientras con su lengua empezó a delinear el contorno de sus pezones.

La pelinegra tuvo que respirar profundamente para soportar el placer que aquello le producía.

Poco a poco empezó a abrir sus piernas para que su amante pudiera acomodarse entre ellas; el castaño asi lo hizo, y tras sentirse satisfecho descendió de nuevo por su abdomen.

—Nunca me había sentido asi... jamás Nora— confeso, y tomando las pantys de la joven, se las quito con delicadeza.

 jamás Nora— confeso, y tomando las pantys de la joven, se las quito con delicadeza

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La debilidad del jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora