Entraron abriendo la puerta con bastante torpeza, tropezando con lo que se encontraban en el camino y cayendo bruscamente sobre la cama; sin embargo, nada de eso les importo porque estaban perdidos saboreando los labios del otro.
Una vez sobre el colchón, Ben no perdió tiempo y comenzó a quitarse la camisa, a la vez que Nora hacia lo mismo con su vestido; los besos no cesaban, y poco a poco la ropa empezó a caer sobre el piso.
—No tienes ni idea de cuanto he estado esperando esto— dijo el castaño entre besos y suspiros.
La joven no respondió, simplemente se dejo llevar entre aquel frenesí de caricias; ella también imagino mucho ese momento, por lo que apenas podía procesar lo que estaba ocurriendo.
Desde que conoció a su jefe, quedo perdidamente enamorada de él... solo en sus sueños más locos imagino que Ben le correspondería de esa manera; y es que la tocaba y besaba de manera desesperada, demostrándole cuanto le gustaba y lo que provocaba en él. Pero a la vez se portaba como un caballero, teniendo cuidado de no hacer movimientos muy bruscos y siendo tierno a su manera.
A pesar de que era algunos años mayor que ella, Nora se sentía como su igual en ese momento; ambos eran libres de explorarse tanto como quisieran, y tocarse sin que existiera una jerarquía que seguir.
Parecía como si sus manos y bocas tuvieran voluntad propia.
¿Realmente estaba pasando?
Todo era demasiado bueno para ser cierto, pero ya no le importaba nada; solo queria rendirse ante aquellas sensaciones que no era nadie más que Ben quien se las estaba provocando.
—Ah... si...— dijo la chica, y después soltó un gemido cuando su jefe le subió el sostén y empezó a besar sus pechos; los tomaba con sus grandes manos, mientras con su lengua empezó a delinear el contorno de sus pezones.
La pelinegra tuvo que respirar profundamente para soportar el placer que aquello le producía.
Poco a poco empezó a abrir sus piernas para que su amante pudiera acomodarse entre ellas; el castaño asi lo hizo, y tras sentirse satisfecho descendió de nuevo por su abdomen.
—Nunca me había sentido asi... jamás Nora— confeso, y tomando las pantys de la joven, se las quito con delicadeza.
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La debilidad del jefe
RomansBenjamin Hansen es el jefe de las pesadillas de todos sus empleados... de todos menos de la analista de IA, Nora Cortez. Mientras para los demás no tiene más que gritos y ordenes, a ella le regalaría incluso el cielo si pudiera; perdidamente enamora...