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Avanzo por el vestíbulo y veo que Minhwan está cepillando el cuello de su uniforme sobre el mostrador de mármol.

—Buenos días —digo.

—Buenos días, Jisung—responde la mar de contento. Le devuelvo el saludo con una sonrisa exagerada.

—Minhwan, no podrías dejarme ver los vídeos de las cámaras de seguridad del domingo, ¿verdad?

—¡No! —exclama. De repente está muy ocupado tecleando a toda velocidad.

Le clavo una mirada de sospecha pero él no levanta la vista del ordenador. Esto es increíble. Minho se me ha adelantado. Sabía que se los iba a pedir.

—¿Ha hablado Minho contigo?

—No —Niega con la cabeza y sigue sin querer mirarme.

—Claro que no —suspiro, doy media vuelta y salgo del vestíbulo. El señor es muy astuto y yo tengo la mosca detrás de la oreja.

—¡Jisung! —Minhwan corre detrás de mí— Han llamado de mantenimiento. Ya han hecho el pedido de la puerta pero, como la tienen que enviar desde Italia, tardará en llegar. —Camina a mi lado.

—Deberías llamar a Minho y comunicárselo a él. —Sigo andando y él no se separa de mí.

—Ya lo hice, y el señor Lee me dijo que tengo que consultar contigo todo lo que esté relacionado con el ático.

Freno en seco. ¿Qué ha dicho qué?

—¿Perdona? —sueno confundido. Minhwan parece nervioso.

—El señor Lee... me dijo... eh... que ahora vivías aquí y que tenía que informarte de cualquier cosa relacionada con el ático.

—Ah, ¿eso te ha dicho? —Aprieto los dientes. No debería tener ese tono de amenaza, no es culpa de Minhwan— Hazme un favor. Telefonea al señor Lee y dile que yo no vivo aquí.

Minhwan me mira como si acabara de decirle que tiene dos cabezas. Estoy que echo humo. Utiliza un recordatorio de entrar en razón, seguido de otro recordatorio, para hacer que me mude aquí, y ¿ahora espera que me convierta en su chacha? Ni por todos los recordatorios de entrar en razón.

—Por supuesto... Ahora mismo... lo hago.

—Estupendo —exploto, y salgo del edificio.

Me paro y busco las gafas de sol y las llaves del coche, hecho una furia. ¿Cómo se atreve? Bufo para mis adentros hasta que encuentro las gafas. Me las pongo y Ángel de Massive Attack empieza a resonar en mis oídos.

—¡No! —grito.

Ahora todavía estoy más enojado. Sabe cómo me siento respecto a esa canción. Cojo el teléfono para aceptar la llamada.

—¡Deja de toquetear mi teléfono!

—¡No!— grita — ¿Qué coño quiere decir eso de que no vives aquí?

—¡Que no soy tu puta niñera! —le devuelvo el grito.

—¡Cuidado con esa puta boca!

—¡Que te jodan! —Soy como un camionero.

—¡Esa boca!

Estoy en la puerta del Lusso, echando humo. Si cree que voy a ser un ama de casa diligente y obediente, va listo. ¡El muy ladino!. Levanto la vista y veo a Changwook apoyado en su Range Rover. Lleva las gafas de siempre puestas pero puedo ver que tiene arqueada una ceja. Esto le parece la mar de divertido.

—¿Qué hace Changwook aquí? —le espeto.

—¿Ya estás más tranquilo?

—¡Contéstame! —le grito.

ManiacDonde viven las historias. Descúbrelo ahora