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Me despierto con Minho dentro de mí, con su pecho contra mi espalda. Me está sujetando por la cintura y me penetra con decisión. Mi cerebro no es lo único que se despierta. Mi cuerpo da la alarma y enrosco los dedos en su pelo, arqueo la espalda y vuelvo la cabeza hasta encontrar su boca. Lo dejo que se apodere de la mía. Nuestras lenguas se retuercen como salvajes mientras él entra y sale a toda velocidad. Empujo hacia él con cada penetración y me lleva cada vez más lejos.

—Jisung, no me canso de ti —jadea contra mi boca— Prométeme que no me dejarás nunca.

—No te dejaré. —Lo cojo del pelo y tiro para que su boca vuelva a la mía. Me encanta su boca, incluso cuando se pone imposible y quiero cosérsela.

Minho necesita que le diga constantemente que no me voy a ir a ninguna parte. Mi respuesta no va a cambiar, pero lo que quiero es que lo crea y que no tenga que preguntármelo cada dos por tres.

Me aparto para mirar a mi hombre inseguro. Muestra una confianza en sí mismo apabullante en todo menos en eso.

—Créeme, por favor.

Mantiene los embates firmes y fuertes mientras me mira pero no dice nada. Necesito saber que me cree. Me ofrece una pequeña sonrisa antes de volver a fundir nuestras bocas y aumentar el ritmo de sus embestidas aún más.

Lo intento con todas mis fuerzas pero no puedo seguir con la boca pegada a la suya cuando me está penetrando con tanta intensidad. Lo suelto, agacho la cabeza y me agarro al colchón para no caerme mientras tira de mí sin parar.

El hilo se tensa y se rompe y los dos gritamos al mismo tiempo. Entra y sale de mí a un ritmo frenético y me lanza a un abismo sin fin de placer absoluto. Intento recobrar el aliento, mi corazón lucha por recuperar el control y mi cuerpo se convulsiona a su aire. Minho maldice y se arquea una vez más; luego, la ardiente sensación de su orgasmo me inunda.

—Por Dios santo —suspira saliendo de mí y echándose de espaldas.

Me doy la vuelta y me subo encima de él, con las piernas abiertas sobre sus caderas y tumbado sobre su pecho. Hundo la cara en su cuello.

—Eso no ha sido sexo soñoliento —digo mientras beso la vena palpitante de su cuello.

—¿No? —jadea.

—No. Eso ha sido un puto recordatorio soñoliento —hago una mueca al percatarme de que acabo de soltar una mala palabra y ni siquiera me he levantado todavía.

—Por el amor de Dios, Sung, ¡no digas más groserías! —masculla, frustrado.

Tengo que averiguar qué le pasa a mi boca. Normalmente nunca digo groserías. ¡Es culpa suya!

—Perdona. —Le doy un mordisco en el cuello y succiono un poco.

—¿Estás intentando marcarme? —pregunta sin detenerme.

—No, sólo te estaba saboreando.

Me mira, me besa en la boca y sus enormes brazos me rodean la espalda.

—¿Desayunamos?

Tengo hambre y quiero que Minho coma algo, pero la verdad es que no me apetece moverme de la cama. Le doy un rápido beso en los labios y me deslizo por su cuerpo hasta que estoy recostado bajo su axila.

—Estoy muy a gusto —digo. La punta de mi dedo lo acaricia desde el pecho hasta la cicatriz, de arriba abajo y vuelta a empezar.

—Te quiero, bebé. —Flexiona una rodilla y me deja salirme con la mía. Qué novedad.

—Lo sé.

—¿De verdad? —pregunta, no muy seguro

La pregunta me pilla por sorpresa. Pues claro que lo sé. Me lo dice a todas horas, y si me quiere tanto como yo a él, me quiere muchísimo. Infinito, en realidad. Por favor, no me digas que también duda de eso. Lo miro.

ManiacDonde viven las historias. Descúbrelo ahora