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Esta vez se ha pasado de la raya. No va a fastidiarme la reunión de negocios. Dios, va a aplastar a Yeosang, y eso que ni siquiera sabe que la vez anterior me invitó a salir con él a cenar.

Los observo charlar, en plan profesional, mientras pienso en cómo voy a manejar la situación. Como siempre, cuando Minho me la juega de esta manera, lo que quiero es gritarle, pero Yeosang está con él, así que no puedo hacerlo.

Como si notara mi presencia, se vuelve y me mira. Le lanzo una mirada que deja claro que está abusando de su suerte y me acerco despacio.

—Yeosang —digo abriéndome paso entre ellos dos.

Minho se pone tenso de pies a cabeza al ver la familiaridad con la que trato a mi cliente. ¡Por mí, se puede tirar por la ventana! Se lo tiene merecido. ¿Y quiere que me vaya a vivir con él? Ya puede olvidarse, y no hay recordatorio de entrar en razón que vaya a hacerme cambiar de parecer.

Yeosang me sonríe. No se me pasa por alto la ceja arqueada.

—Jisung, te presento a Lee Minho. Compró el ático del Lusso. Le estaba enseñando tus diseños. Está tan impresionado como yo.

—Gracias —digo sin saludarlo ni mirarlo. Le doy la espalda y me centro en mi cliente— ¿Fijamos la fecha de nuestra próxima reunión?

Siento una corriente de aire gélido procedente de Minho.

—Sí, perfecto —asiente Yeosang — ¿Te va bien el viernes por la tarde? Podemos reunirnos en Garden y hacernos una idea aproximada de las cantidades. ¿Qué te parece si te invito a comer?

Levanta las cejas, sugerente, y a pesar de que sé que no debería alentar este tipo de comportamiento, no puedo evitarlo.

—El viernes por la tarde me va perfecto, y estaré encantado de comer contigo. — Sonrío hasta que siento el aliento tibio y mentolado de Minho en la nuca. Se me ha acercado mucho para ser alguien que supuestamente no me conoce.

—Lamento interrumpir —interviene de pronto.

Me coge de los hombros y Yeosang frunce el ceño, confuso. Minho me da la vuelta hasta que me quedo de cara a él.

—Bebé, ¿no te acuerdas de que el viernes vamos de compras?.

No tiene consideración ni vergüenza. Va a conseguir que me despidan. Yeosang llamará a Chan para quejarse, luego Chan se va a enterar de esto, ¡y me van a despedir! Ni siquiera logro reunir las fuerzas para ponerle cara de asco.

Los ojos le brillan cuando ve mi expresión de estupor. No sé qué hacer.

—No sabía que se conocieran —farfulla Yeosang, aún más confuso que yo.

Nos acaba de presentar y ninguno de los dos le hemos dicho que ya nos conocíamos. De hecho, somos más que conocidos. Somos más que amigos. Me acaba de llamar «bebé» y me coge con fuerza de los hombros de un modo que no es, para nada, profesional.

Minho le dedica a Yeosang una sonrisa de las que matan.

—Estaba por el barrio y sabía que el amor de mi vida estaba aquí. —Se encoge de hombros— Pensé en acercarme para robarle un beso. No voy a verlo hasta dentro de cuatro horas.

Me roza la oreja con los labios. Estoy sin habla.

—Te echaba de menos —susurra.

¿Qué me echaba de menos? ¡Si sólo hace dos horas que no nos vemos!. Quiero darle una patada en la entrepierna.

Me da la vuelta, para que pueda ver a Yeosang, y me aprieta contra su pecho envolviéndome con sus brazos. Luego me besa en la sien.
Me quiero morir.
Levanto la vista hacia Yeosang, que observa la sesión de avasallamiento de Minho con atención.

ManiacDonde viven las historias. Descúbrelo ahora