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Me detengo en la puerta de entrada y pulso el botón del interfono. Por el altavoz oigo la voz de Changwook y saludo a la cámara con la mano pero las puertas ya han empezado a abrirse. Inicio el largo recorrido por el camino de grava que lleva hasta La Mansión. Aparco en el patio circular y contemplo la casa de piedra caliza que se yergue en el centro y que parece gritar a los cuatro vientos lo que ocurre detrás de sus puertas.

Estaciono junto al coche de Minho y me miro en el retrovisor. Teniendo en cuenta los acontecimientos de las últimas horas, de las últimas semanas, tampoco tengo tan mal aspecto. Changwook me abre la puerta antes de que coja la manija y me dedica una sonrisa para transmitirme confianza. Sin embargo, no consigue hacer que me sienta mejor.

Cruzamos juntos la imponente entrada, y dejamos atrás la escalera, el restaurante y el bar. Oigo risas y conversaciones pero no me molesto en mirar. Ya lo he visto antes, sólo que ahora sé lo que son realmente.

—¿Se ha tranquilizado? —pregunto al llegar al salón de verano.

Hay gente en los butacones, bebiendo y charlando, probablemente de lo que les depara la noche. Una docena de miradas curiosas me siguen y me pongo tenso.

—Muchacho, vuelves loco a ese hijo de perra. —Changwook se ríe.

Suspiro. Estoy de acuerdo, pero él también me vuelve loco a mí.

—Mi hombre es difícil —musito.

Changwook me regala una de sus nada frecuentes sonrisas arrebatadoras, toda llena de dientes y de destellos.

—¿Difícil? Bonita palabra. Yo le digo que es como un grano en el culo. Aunque admiro su decisión.

—¿Decisión? —Frunzo el ceño

Changwook se detiene cuando llegamos frente al despacho de Minho.

—Nunca lo había visto tan decidido a vivir.

De repente quiero volver al inicio de nuestro recorrido para continuar con esta conversación.

—¿Qué quieres decir? —pregunto sin poder evitar el toque de confusión.

Esa frase me ha dejado perplejo. Yo no lo veo en absoluto decidido a vivir. Lo veo decidido a tener un ataque provocado por el estrés.

—Es algo bueno, créeme. —Changwook me mira con afecto— No seas muy duro con él.

—¿Hace mucho que lo conoces, Changwook? —Quiero que siga hablando.

—El tiempo suficiente, muchacho. Te dejo —dice, y su cuerpo se aleja por el pasillo.

—Gracias, Changwook —añado.

—Está bien, muchacho. 

Me quedo en la puerta del despacho de Minho con la mano a unos milímetros de la manija. La información que me ha dado Changwook, aunque vaga, ha despertado aún más mi curiosidad. ¿De verdad era autodestructivo?. Pienso en alcohol, picoteo, ir en moto sin protección y en cicatrices. Empujo la manija hacia abajo y, con cuidado, entro en su despacho.

Me siento insultado al instante. Minho está en su enorme sillón mirando a Minhyuk, sentado en el borde de la mesa. Ese hombre es una sanguijuela. Me siento posesivo, y es como si recibiera una bofetada, pero la botella de vodka que descansa sobre la mesa es lo que de verdad me pone nervioso. Puedo olvidarme de los modales siempre y cuando él no me provoque. Lo del vodka es otra historia.

Me miran a la vez y él me sonríe. Es una sonrisa realmente falsa. Luego veo la bolsa de hielo en la mano de Minho. Se los ve muy cariñosos.

No me cabe la menor duda de que estos dos han tenido una relación sexual. Minhyuk lo lleva escrito en la cara. Quiero vomitar. Me siento posesivo y celoso.

ManiacDonde viven las historias. Descúbrelo ahora