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—¡Jodeeeeeer! —me desperezo, y es el estiramiento más placentero que jamás haya realizado.

Me encuentro mejor, mucho mejor. Ruedo hasta el otro lado de la cama y la encuentro fría. Me incorporo y estiro el cuello para inspeccionar la habitación. No hay nadie, así que me acerco de mala gana al borde del colchón, apoyo los pies descalzos en la moqueta de color crema y me preparo para marearme en cuanto me levante, pero no sucede nada de eso. Me siento sorprendentemente estable.

Atravieso el dormitorio y me asomo al descansillo. Minho está abajo, sentado en uno de los enormes sillones hablando en voz baja por el móvil. Ya se ha duchado y lleva puestos un jeans azul claro. Está desnudo de cintura para arriba.

Me agacho silenciosamente hasta el primer escalón y lo espío a través del cristal curvo que da al gran espacio diáfano. Parece despejado pero preocupado.

—No lo sé —dice en voz baja mientras pellizca la tela del reposabrazos del sillón—. Pero juro por Dios que les voy a arrancar la cabeza. —Levanta la mano del sofá y se frota los ojos con ella—. Estoy cerca, Changwook. De verdad que lo necesito. Joder, qué puta mierda.

¿Va a volver a beber por mi culpa otra vez?

Como si hubiera oído mi pregunta silenciosa, levanta la vista y me ve. Me revuelvo avergonzado en lo alto de la escalera mientras me observa.

—Intenta averiguar algo, Changwook. Yo no iré hasta dentro de unos cuantos días... Sí, gracias —El teléfono se desliza por la palma de su mano, pero la mano permanece pegada a su oreja y el codo apoyado en el reposabrazos. Me siento como un auténtico intruso.

Se recuesta en el sillón y yo me siento en el escalón superior y permanecemos así un buen rato, mirándonos el uno al otro a través del cristal. No sé qué decirle. Parece como si cargara con todo el peso del mundo sobre los hombros. ¿Debería marcharme? Sé que quienquiera que me pusiera esa mierda en la bebida ha hecho que mi vida sea un millón de veces más difícil. Quería demostrarle a Minho que no tenía motivos para ser tan sobreprotector, pero sólo he conseguido empeorarlo todo.

Ahora jamás me perderá de vista.

Mientras reflexiono sobre mi próximo movimiento, se levanta de la butaca y se aproxima al pie de la escalera. Observo cómo asciende lentamente hasta que se encuentra a tan sólo unos pasos por debajo de mí, mirándome. Su expresión oscila entre la ira y la tristeza.

—Si vas a gritarme, creo que será mejor que me vaya —digo con la garganta seca.

Lo que menos necesito en estos momentos es aguantar a don Neurótico. Sólo quiero olvidarme de todo esto y dar gracias de que la cosa quedara en un susto. Podría haber sido mucho peor.

—Ya he gritado suficiente —responde, también él con voz ronca—. ¿Cómo estás?

—Bien. —Aparto la vista de sus dos imanes y miro mis pies descalzos. No llevo nada puesto más que un bóxer negro, y me siento pequeño teniéndolo delante cerniéndose sobre mí de esta manera. Estoy incómodo.

—¿Más o menos? —pregunta.

—No, bien del todo —respondo con insolencia.

Se pone de rodillas un par de escalones por debajo de mí para que estemos a la misma altura, pero sigue mirándome desde arriba. Apoya las manos en el escalón superior a ambos lados de mi cuerpo y yo levanto la vista y lo miro a él.

—Estoy furioso, Jisung —dice con voz suave.

—No estaba borracho —afirmo rotundamente.

¡Joder! No estaba borracho ni de lejos.

ManiacDonde viven las historias. Descúbrelo ahora