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—Buenos días.

Abro los ojos; la luz natural me ciega y la música erótica que sonaba en el salón comunitario invade mis oídos. El atractivo rostro de Minho flota sobre el mío. Tiene un aspecto delicioso.

Muevo los brazos para intentar agarrarlo, pero no responden.

«Pero ¿Qué mierda...?»

En su rostro se forma una sonrisa oscura y maliciosa y al instante soy consciente de lo que ha hecho. Levanto la vista y veo que tengo las manos esposadas a la cabecera de la cama.

—¿Pensabas ir a alguna parte? —pregunta.

Lo miro a los ojos y veo que los tiene cargados de deseo, enmarcados por sus largas pestañas.

Debería habérmelo imaginado.

—¿Qué vas a hacer? —Tengo la voz áspera por más de un motivo.

—Vamos a hacer las paces —dice con una media sonrisa— Querías hacer las paces, ¿no? — Enarca una ceja con confianza.

—¿Un polvo soñoliento? —repongo, probando suerte. Sé que no voy a salirme con la mía. No soy tonto.

—No. De eso, nada. Todavía no he pensado qué nombre voy a ponerle a éste —dice. Alarga el brazo hacia la mesilla de noche y coge la bolsa de seda negra que nos regalaron en la cena del aniversario.

No recuerdo haberla traído, pero tampoco recuerdo cómo llegué a casa. 

Se sienta a horcajadas desnudo sobre mis caderas y la deja en mi vientre.

—A ver qué tenemos aquí —murmura metiendo la mano.

Me muevo un poco intentando ponerme cómodo, bueno, lo más cómodo que puedo, teniendo en cuenta que mis brazos están separados y sujetos a la cabecera por unas esposas.

Minho saca un vibrador dorado.

—No necesitamos esto. —Lo mira con cara de asco y lo tira hacia atrás por encima de su hombro. Oigo cómo golpea el suelo de la habitación— ¿Qué más hay? —se pregunta. Extrae una pequeña caja y la tira hacia atrás también, con una cara más agria todavía— Eso tampoco nos hace falta.

—¿El qué? —pregunto, pero hace como que no me oye y continúa hurgando en la bolsa.

A continuación saca un bóxer plateado de seda y lo inspecciona detenidamente antes de descartarlo también.

—No es transparente —murmura, y vuelve a rebuscar en la bolsa.

Observo cómo se divierte, sentado sobre mis caderas con gesto de concentración. No parece impresionado. Saca una tarjeta, la lee y bufa antes de romperla y tirarla junto al resto de artículos ofensivos al suelo.

—¿Qué era eso? —pregunto, muy intrigado. Me mira un momento.

—Nada que vayas a necesitar —gruñe.

—¿El qué?

—Un vale de descuento en juguetes sexuales — masculla. Me echo a reír y él me ofrece una sonrisa malévola.

No hay duda de que fue Minhyuk quien organizó las bolsas, Minho no se ve tan contento— Estos regalos son una mierda —espeta antes de sacar un último objeto y de tirar la bolsa al suelo con el resto del contenido— Bueno, esto sí que parece interesante —murmura, y sostiene un anillo de goma negra unido a un artilugio con forma de bala pequeña de metal.

—¿Qué es eso? —inquiero.

Lo sostiene en el aire y lo observa antes de mirarme a mí. Sonríe y se inclina hacia adelante. Me coloca una almohada debajo de la cabeza y me da un beso casto en los labios.

ManiacDonde viven las historias. Descúbrelo ahora