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Una vez servidos los postres y los cafés, y con mis mejillas doloridas por las payasadas de Felix y Hyunjin a la mesa, Changwook se levanta y anuncia, con su voz atronadora de siempre, que todos deberíamos abandonar la sala para que retiraran las mesas y la prepararan para recibir a la banda.

Minho se incorpora y me ayuda a hacer lo propio en un esfuerzo de colmarme de atenciones. Yo lo rechazo y lo ignoro completamente. Está haciendo todo lo posible por distraerme de mi enfurruñamiento. Cuando me alejo de la mesa, me agarra del hombro y me da la vuelta hasta que estamos frente a frente.

Me atraviesa con esos ojos negros llenos de desaprobación.

Me suelta y da un paso atrás y enarca las cejas esperando mi confirmación. ¿Siempre va a tener esta influencia sobre mí?.

Echo un vistazo a sus espaldas y me encuentro con la mirada viperina de Minhyuk y, como marcando patéticamente mi propiedad, me pego al pecho de Minho de nuevo y lo miro con ojos arrepentidos.

Él asiente a modo de aprobación y se inclina para posar los labios sobre los míos.

—Mucho mejor —dice contra mi boca. Me da una vuelta y empieza a guiarme afuera del salón de verano—No llevo nada bien todas las miradas de admiración que atraes.—comenta colocándome una mano firme en la cintura — deberíamos cubrir un poco más tu torso, nadie debe verlo excepto yo— gruñe matando con la mirada a un señor que nos mira caminar.

Yo me mofo. Debe de estar bromeando. Me encuentro rodeado de mujeres nada disimuladas, y estoy convencido de que todas desean que desaparezca. Soy un intruso en su fiesta.

—Tú no te quedas corto llamando la atención —susurro mientras pasamos junto a una pelirroja atractiva.

Ella sonríe alegremente a Minho y le acaricia el brazo.

—Minho, estás tan fantástico como siempre —le dice con entusiasmo.

No puedo evitar la breve carcajada de sorpresa que escapa de mi boca. Tiene mucha cara, y me ofende de sobremanera que piense que voy a quedarme tan tranquilo mientras ella flirtea descaradamente con él. Estoy a punto de detenerme para ponerla en su sitio, pero Minho me obliga a continuar y evita que cumpla mi propósito. No me puedo creer que tenga tan poca vergüenza.

—Ailee, tú siempre tan descarada —responde él irónicamente mientras me coloca el brazo sobre el hombro y me da un beso casto en la mejilla al sentir mi irritación.

Ella sonríe ladinamente y me mira con recelo con esos ojos de zorra que tiene. Siento cómo mi recién descubierto sentido de la posesión empieza a arder en mi interior. No me imagino pasando mucho tiempo aquí si ésta es la reacción que voy a obtener cada vez que lo haga. Y no es que me muera de ganas, la verdad, pero tratándose del lugar de trabajo de Minho, estaría bien poder venir y estar cómodo, en vez de sentir que estoy ofendiendo a un millón de mujeres atractivas. Y ésa es otra cuestión: ¿acepta Minho sólo a socios y socias que son de un ocho para arriba en la escala del físico? Cuanto más tiempo paso aquí, más creo que debería dejar de trabajar. Quiero pasar cada segundo pegado a Minho para espantar a todas estas putas descaradas y desesperadas.

¡Dios! Me estoy hundiendo mentalmente otra vez.

Al llegar al bar, el taburete en el que siempre suelo sentarme está ocupado por un hombre. No tarda en abandonarlo al vernos aparecer, y alza su copa a modo de saludo. Minho me levanta y me coloca en el asiento, y Henry se acerca al instante, dejando que otro camarero se encargue de atender a los socios de La Mansión.

—¿Qué quieres beber? —Minho se apoya en su taburete, delante de mí, y me estrecha la mano entre las suyas— ¿Un «sublime»? —pregunta enarcando las cejas.

ManiacDonde viven las historias. Descúbrelo ahora