Aquel día de principios de Junio hacía un calor insoportable. Aunque tenían las ventanas abiertas para no convertir la clase en un horno, el sol matinal seguía calentando el aire que entraba a raudales por ellas. El único alivio que los adolescentes tenían era el hecho de no tener que estar escuchando aburridas lecciones hasta que les dejasen salir a la hora de comer. Aquel era su último día de clase y la última vez que se iban a sentar en su pupitre. Por ello se respiraba un aire de emoción en el ambiente.
Rosa, la tutora, estaba hablando con Sara sobre su futuro laboral y sobre presentarse a la selectividad, algo que la chica ya había dicho que no le era posible. Todavía no se había hecho la entrega de los boletines, pero por lo que Sofía pudo oír gracias a su afinado oído, a Sara le había ido lo bastante bien como para que Rosa le sugiriese con cierta insistencia que se lo pensase. No era que Sara no quisiese, era que no podía. Su familia dependía de ella para traer dinero a casa y no podían mantenerla durante los cinco años que duraba una carrera. Su situación era complicada.
Sofía, con la mejilla apoyada sobre la mano en un gesto de aburrimiento, miró a su amigo. De nuevo estaba inquieto y se movía en la silla como si no estuviese cómodo en ninguna de las posturas. De vez en cuando se frotaba la base de la espalda como si tuviese algún tipo de molestia. Estaba nervioso, y teniendo en cuenta lo que se jugaba no podía culparle, pero no era sólo eso. Tres días atrás fue luna llena, y aquella mañana todavía estaba visible en el cielo. Sofía sabía que estaba lidiando con lo que él llamaba cambios parciales, que significaba que sus colmillos estaban más grandes y su cola estaba escondida dentro de los pantalones. Dave le había dicho que era bastante incómodo.
El calor tampoco estaba ayudando. De ver en cuando tiraba del cuello de la camiseta, como si quisiese dejar que algo de aire entrase para refrigerar su cuerpo. No sudaba. Los otros chicos sí lo hacían y eso les permitía regular un poco su temperatura corporal, pero él no, al igual que le pasaba a Sofía. La chica conseguía refrigerarse intentando mantener su rostro lo más lejos posible de miradas ajenas para permitirse unos segundos de discreto jadeo. Era imperfecto pero no podía hacer otra cosa sin llamar la atención. Su amigo llevaba todo aquel tiempo aguantando el calor sin tan siquiera abrir los labios y empezaba a estar sofocado.
—Jadea —susurró en voz tan queda que sabía que sólo él podría oírla.
Dave la miró, y luego paseó su mirada por el resto de la clase. Sus compañeros estaban desperdigados por todas partes, charlando con sus amigos mientras esperaban a que Rosa repartiese los boletines. Aquello era más fácil cuando todos estaban mirando hacia delante, ella lo sabía bien.
—Tienes que jadear —insistió Sofía.
—Ya lo sé... —dijo él, y en su susurro se coló un gemido de cánido que le hizo saber que estaba tensando demasiado la cuerda.
Temblando un poco a causa del esfuerzo que estaba haciendo para mantener el control, Dave se llevó las manos al pelo y agachó la cabeza para intentar ocultar su rostro entre sus brazos. Entonces abrió los labios y Sofía vio que sus costados se empezaban a mover más rápido. Por mucho que un cinántropo intentase reprimir sus instintos naturales, el cuerpo era sabio y les forzaba a usarlos. No jadear implicaba un riesgo real de sufrir un golpe de calor, y antes de llegar a eso los instintos iban a tomar el control. Sofía lo sabía, lo había sufrido toda su vida y siempre terminaba jadeando cuando tenía calor, lo intentase evitar o no.
—Bueno, niños, voy un momento a ver si ya tienen los boletines y ahora vuelvo. No hagáis jaleo y molestéis a vuestros compañeros de cursos inferiores —dijo Rosa, que tras terminar de hablar con Sara se había levantado de la silla.
Como pasaba siempre que un profesor se marchaba, los alumnos comenzaron a hablar cada vez más alto, y un grupo de ellos se pusieron a jugar al ahorcado usando la pizarra. El juego llamó la atención de otros compañeros que quisieron sumarse, y en cuestión de minutos las letras estaban volando por la clase entre risas y gritos de entusiasmo. El único que no estaba participando era Dave, que seguía jadeando, con su mirada fija en el pupitre, y estaba visiblemente nervioso. Sofía se mordió el labio y se acercó a él para llamar su atención con una suave caricia sobre el vello rubio de su brazo.
ESTÁS LEYENDO
El Lobo en la Niebla (Friends 2 Lovers - Slowburn) (COMPLETADA)
RomanceSofía es una adolescente de diecisiete años que lo único que quiere es poder tener una vida normal, algo difícil ya que su padre es un hombre lobo y su madre una cazadora de seres sobrenaturales. Cuando Ángel, su amigo de la infancia y novio en la a...