Capítulo 20; Aceite de Oliva y Té con Miel

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 Sofía sentía la cabeza embotada, como si estuviese intentando avanzar a través de una espesa niebla. Se había encontrado razonablemente bien durante todo el día, quizás algo cansada y con un poco de dolor de garganta pero nada más. Sin embargo, cuando se sentaron en el banco, empezó a sentir tanto frío que no podía dejar de tiritar. Poco después, le entró tanto sueño que no sólo le había costado un mundo mantener los ojos abiertos, tampoco había sido capaz de pensar con claridad.

Sí, recordaba el momento en el que se acurrucó junto a su amigo buscando sus brazos, su calor y el olor de su piel, y una parte de ella se había horrorizado. La otra parte había decidido acallar a la primera y buscar el confort y la seguridad que él le brindaba.

Lo que pasó después estaba todavía más nebuloso. Recordaba haber caminado parte del trayecto, si es que a esa manera de arrastrar los pies se le podía llamar caminar, y en algún momento alguien la cargó en brazos. Escuchó la voz de Sara, así que puede que fuese ella. Su amiga era lo bastante fuerte como para levantarla si quería. Sin embargo el recuerdo que tenía en su nariz era otro. Aquel olor y el tranquilizador latido no pertenecían a Sara.

No supo en qué momento llegaron a su casa, y tampoco supo, ni quería saber realmente, quién le quitó la ropa de calle y la ayudó a ponerse el pijama. Era un pijama horrible, infantil, con un estampado de ovejas, pero era el más calentito que tenía y agradecía que hubiesen elegido ese pese a la vergüenza que le daba. Allí se encontraba en esos momentos, sentada en su cama, con la espalda apoyada contra la almohada y con su manta cubriéndola. Pese a las capas de tela, seguía temblando debido al frío que le había provocado la altísima fiebre.

Lo más curioso de todo aquello quizás era que su energía se había desperezado en su pecho, impasible al hecho de que estuviese enferma. La luna había salido, y quizás aquello fue lo que espabiló un poco a Sofía, que seguía somnolienta. Aunque también cabía la posibilidad de que hubiesen sido los olores que llegaron hasta su nariz y que despertaron su apetito. Después de unos minutos, Dave regresó a la habitación con una bandeja que puso sobre su viejo y desvencijado escritorio.

—He hecho sopa. Lleva pollo, huevo y algo de verdura que encontré en la nevera. No sé si te gustará, pero mi madre siempre me la hacía cuando me resfriaba. También te he hecho un té con miel y limón, y encontré medicina para bajar la fiebre. Deberías tomártela —dijo, entregándole un vaso con un líquido blanco que tenía una pinta asquerosa y olía todavía peor.

—Gracias, pero no hacía falta que te tomases tantas molestias —dijo Sofía.

—No me cuesta nada.

Sofía se bebió el contenido de un trago y puso una mueca de asco. Era un brebaje amargo que sabía a rayos, pero sabía que le bajaría la fiebre bastante rápido. Con una sonrisa de disculpa, Dave cogió el vaso de sus manos cuando ella se lo entregó y fue al escritorio a por la cena que había preparado.

—¿Dónde está Kas? —preguntó Sofía al percatarse de que su perro no estaba allí.

—Sara le está sacando a la calle. No te preocupes.

Dave se arrodilló junto a su cama, le puso la bandeja sobre las piernas y la sujetó para que no se volcase. Sofía, desbordada de agradecimiento por todo lo que estaban haciendo sus amigos por ella, torció sus labios en una sonrisa y se empezó a ruborizar. La sopa tenía muy buena pinta y el té desprendía un característico olor a miel que lo hacía muy apetecible. Con cuidado, Sofía cogió la cuchara y empezó a comer. El caldo caliente y la carne de pollo llenaron su estómago, alejando un poco el frío que se le había metido en los huesos. Entre cucharadas también dio sorbos al té. Estaba dulce y podía percibir el agradable sabor de la miel. Cuando terminó su cena, Dave retiró la bandeja y la dejó de nuevo sobre el escritorio.

El Lobo en la Niebla (Friends 2 Lovers - Slowburn) (COMPLETADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora