La campana sonó marcando el final de las clases. Como impulsados por un resorte los chavales se levantaron, montando un tremendo estruendo de sillas moviéndose y voces excitadas. Al igual que todos los días, Sofía se tomó su tiempo en guardar sus cosas y dejó que el resto de sus compañeros se marchase antes de levantarse. Sara, como siempre, esperó junto a la puerta a que su amiga terminase de recoger. Sara siempre estaba contenta, parecía ser su estado de ánimo habitual, pero aquel día no era capaz de ocultar la sonrisa de oreja a oreja que tenía dibujada en el rostro, algo que contrarió a Sofía.
—No he dicho que sí —indicó, frunciendo el ceño.
—Tampoco me has dicho que no.
Las dos chicas salieron de la clase y se unieron a la marea de personas que fluía por los asépticos pasillos y las escaleras en dirección a la puerta de salida. Aunque los portones eran amplios y estaban completamente abiertos, eran tantos los estudiantes que acudían todos los días al instituto que siempre se formaba un tremendo embotellamiento. Paso a paso, las dos chicas avanzaron como podían. Un chaval, que parecía llevar bastante prisa, golpeó a Sofía en el hombro con tanta fuerza que le hizo daño. Fue el dolor lo que arrancó aquel gesto instintivo de sus entrañas, aquel gruñido seco y áspero, aquella manera de arrugar el labio para dejar a la vista los dientes.
Tan pronto fue consciente de lo que acababa de hacer, Sofía giró la cabeza y apretó los labios con tanta fuerza que se le pusieron blancos. Luchando contra sus ganas de jadear por los nervios miró a su alrededor y buscó en aquella marea de rostros alguna señal de que alguien se hubiese fijado en ella. Nada, sólo una mezcla de caras, cada una con su propia emoción dibujada, pero nada en ellas le hacía pensar que hubiesen reparado en su extraña actitud. El estruendo de voces, tan insoportable que le resultaba, también había sido su aliado al esconder el gruñido que acababa de retumbar en su garganta. Aquel lapsus había sido suficiente para recordarle los motivos por los que se había mantenido alejada de la gente desde hacía dos años. Lo que pasó aquella noche no se le olvidaría en la vida.
—Sara, no quiero conocer a más gente, y lo sabes de sobra. No necesito tener más amigos. Contigo y con Kas tengo suficiente —dijo Sofía, casi gimiendo por la ansiedad que sentía ante la idea de que Sara le presentase a otra persona, a un chico sin ir más lejos.
—Kas es un perro, tía.
—¿Y? ¿Acaso me estás intentando buscar novio? —espetó.
—No seas pava, tía, yo no te estoy buscando novio. El chaval está tan solo como tú y le vendría bien tener algún que otro colega. Yo sólo soy una persona y no puedo dividirme, pero tampoco le quiero dejar solo. ¿De verdad me vas a hacer elegir? Porque me jodería mucho.
—Yo... —Sofía se mordió el labio y apartó la mirada.
—He quedado con él para zampar. No vengas si no quieres, no te voy a obligar, tía, pero me gustaría que no fueses tan cazurra y vinieses. Seguro que al final te lo pasas guay —continuó Sara.
—Está bien, voy, pero que quede claro que lo hago por ti. Esto no quiere decir que vaya a ser amiga de ese chico.
—Mira que eres melona...
Las dos chicas consiguieron atravesar el umbral de los amplios portones para salir al patio delantero, donde la muchedumbre se dispersaba abriéndose como un abanico. Dado que seguía lloviendo, algunos compañeros abrieron sus paraguas, otros echaron a correr intentando escapar del agua como si esta se tratase de ácido, y los menos se resignaron a mojarse. Sofía era de estos últimos, y lo prefería así. El agua deslizándose sobre su rostro era una de las pocas cosas que todavía le hacía sentir que seguía viva. Además, ya tenía la ropa llena de barro así que tampoco iba a empeorar mucho su aspecto.
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El Lobo en la Niebla (Friends 2 Lovers - Slowburn) (COMPLETADA)
RomanceSofía es una adolescente de diecisiete años que lo único que quiere es poder tener una vida normal, algo difícil ya que su padre es un hombre lobo y su madre una cazadora de seres sobrenaturales. Cuando Ángel, su amigo de la infancia y novio en la a...