El invierno estaba llegando a su fin, algo que ya se empezaba a notar en el cambio de clima. El frío se había ido alejando día tras día, dando paso a un tiempo más templado y primaveral, y eso había provocado que la nieve se fundiese, vistiendo el paisaje de un radiante verdor. Todavía quedaban algunos parches en zonas donde solía dar la sombra, pero casi todo el manto blanco ya se había fundido. La vegetación, alimentada por la humedad y el calor, había empezado a crecer con fuerza, cubriéndose de tiernos brotes de un verde tan brillante como el de las esmeraldas. Los pájaros también se habían sumado a la estación, comenzando sus cantos de búsqueda de pareja y la construcción de los nidos donde criarían a su prole.
Aquella tarde, aprovechando las buenas temperaturas, Sofía decidió salir un rato a correr. Con cada paso que daba, inhalaba una bocanada de aire que luego soltaba pausadamente por la boca. A su nariz entraron una multitud de olores, entre los cuales, como siempre, predominaba el que los pinos derramaban sobre los montes que rodeaban El Cerro. Durante un instante cerró los ojos y se permitió visualizar su entorno a través de lo que su nariz y sus oídos percibían. Oyó el trino de los pájaros, el suspiro de la brisa entre las ramas de los árboles y el paso casi imperceptible de un depredador que acechaba desde la vegetación. Sonrió.
—Sé que estás ahí.
De entre los arbustos saltó el depredador, vestido con su disfraz de apariencia humana, y la acorraló contra el tronco de un árbol cercano. Con una sonrisa en los labios, soltó un gruñido juguetón al que Sofía respondió con otro idéntico y una mirada desafiante. Sólo era juego, y él agradecía no tener que fingir que era humano cuando estaba con ella, aunque Sofía no iba a negar que disfrutaba de aquella cercanía que compartían. Le gustaba sentir sus colmillos mordisquear su cuello, el calor de su cuerpo y su olor; aquel almizcle masculino que se mezclaba con el olor a pino, a tierra y a vegetación, y que en ese instante llevaba añadido otro matiz.
—Lo sé. Si hubiese querido, no habrías podido detectar mis pasos —dijo Dave con una pequeña sonrisa.
—¡Qué creído eres!
Sofía le dio un suave empujón y se escurrió por debajo de sus brazos para echar a correr de nuevo. Con una sonrisa tan radiante que iluminaba todo su rostro, el chico fue detrás de ella y se acomodó a su ritmo. Mientras trotaba, Sofía le robó una mirada furtiva y un suave rubor apareció en sus mejillas. Estaba distinto, y no sólo porque llevase dos meses sin reprimir su naturaleza. Desde que ella descubrió su secreto estaba más tranquilo, como si se hubiese quitado un gran peso de encima. Su comportamiento con ella también era más natural, más relajado, algo esperable teniendo en cuenta que ya no tenía que fingir. Sofía sonrió. Le encantaba la complicidad de compartir aquel secreto con él.
—¿Has puesto el rastro falso? —le preguntó Sofía.
—Sí. Mañana quiero salir por la zona cerca del riachuelo. He detectado presencia de muflones y me apetece probar suerte. He dejado un rastro un poco más arriba, en la zona próxima al prado de helechos. Está razonablemente cerca del último rastro que dejé así que espero que se quede ahí buscándome y pueda cazar tranquilo.
—¿Y ese olor a corzo que traes? Es corzo, ¿no? —Aunque él le había mostrado muchos de los diferentes olores del bosque, todavía dudaba con los ungulados.
—Sí, es corzo. He... aprovechado para dejar otro rastro —dijo, rascándose la nuca. En sus labios apareció una sonrisa avergonzada que dejó a la vista sus cuatro pequeños colmillos.
Sofía le miró de soslayo y sonrió. Los rayos de sol que se filtraban entre las ramas de los árboles hacían resaltar el color dorado de su cabello y el azul de sus ojos. Mantenía la mirada al frente mientras corría y su respiración fluía al ritmo de sus pasos, pero parecía relajado después de haberse dejado llevar. Mordiéndose el labio, se permitió bajar la mirada por su cuerpo. Hacía calor así que ambos se habían vestido con una camiseta y un pantalón corto que ocultaba bastante menos que los chándal que solían vestir en invierno. Sofía no podía decir que le disgustase lo que veía.
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El Lobo en la Niebla (Friends 2 Lovers - Slowburn) (COMPLETADA)
DragosteSofía es una adolescente de diecisiete años que lo único que quiere es poder tener una vida normal, algo difícil ya que su padre es un hombre lobo y su madre una cazadora de seres sobrenaturales. Cuando Ángel, su amigo de la infancia y novio en la a...