25. El Punto de Enamorarse

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Era el último fin de semana que tendría antes de entrar a la universidad

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Era el último fin de semana que tendría antes de entrar a la universidad. Estaba a dos de llorar por la ansiedad que me daba este primer día. También me emocionaba iniciar con las clases, pero era más mi miedo porque todo saliera mal.

Los días en el estudio habían sido mucho más cansados que antes. Cora había puesto un peso sobre mis hombros al decirme que mi categoría iniciaría la competencia y que de eso dependía la ventaja que tendríamos contra los otros estudios. Algo tranqui.

Con la entrada a la universidad debía de gestionar mejor mis horarios escolares, las tardes en el estudio y las clases que debía impartirle al grupo J el fin de semana. Apenas y tendría tiempo de respirar, o de estar con Diego.

Él se había quejado de su horario de clases porque la hora de salida le impediría llegar a tiempo a los ensayos en el estudio, sin contar que todos los jueves tenía entrenamiento en el club deportivo y eso lo retrasaría en las coreografías para los estatales.

Estaríamos demasiado ocupados como para salir, así que no me había permitido irme a mi casa después de los ensayos con la excusa de que debía aprovechar el tiempo. Tampoco es como que yo me negara.

Había perdido la cuenta de la veces que habíamos recorrido el parque de parkour al que me llevó hace unas semanas, era bastante divertido convivir con ese grupo de chicos y con los skater; aprendí un montón de pasos nuevos fuera de mi estilo usual y me encantaba.

Diego había insistido en que él podría enseñarme sin necesidad de ir al parque, eso porque uno de los chicos acabó pidiendo mi número después de un par de días.

—Eres un cachorro celoso —me burlé cuando regresábamos a casa.

Él se ofendió durante todo el camino de regreso, pero se le olvidó cuanto llegamos a su casa y me puse a cocinar con Claudia, y él quería que le diera a probar un poco de la crema para el pan de elote.

—Vamos, estrellita —rogó, poniendo los codos sobre la encimera y recargando su cabeza en sus puños.

Le detestaba un poco por no poder negarle nada.

Todos los días terminaba llegando a casa pasadas las 11, a mamá ya no le interesaba lo que hacía con mi tiempo, cuando notó que no haría caso a sus palabras acerca de Diego, dejó de preguntar, lo agradecía internamente.

Ahora mismo me encontraba recostado en la cama de Diego, con libretas, cuadernillos de estampas y plumones por todos lados; porque era un perfeccionista de lo peor y necesitaba llevar todo bien arreglado, así que apenas terminé de comprar todos mis útiles me dispuse a acomodarlos y decorar un poco mis libretas.

Diego estaba sentado en su escritorio haciendo no sé qué en la computadora, llevaba rato sumergido ahí, tanto que estaba comenzando a aburrirme de decorar sin escuchar su voz soltando bromas sobre mi excesiva necesidad de que todo se vea estético. Incluso había dejado de cantar en voz baja las canciones que sonaban desde su celular.

Dance With MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora