Marcos tiene 100 problemas en su vida y Diego puede ser la solución, o un problema más.
Todo depende de qué tan buen compañero de baile sea y de si será capaz de dejar su actitud cautivante y coqueta al menos por dos semanas.
Una personalidad enam...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Iván no me mató, pero sí me pidió que lo esperara afuera con Lu porque necesitaba hablar con Diego.
No le hice caso, porque no tenía idea qué iba a decirle, probablemente lo amenazaria y no quería esa vergüenza en mi historial. Para empezar no había nada entre Diego y yo, nada en concreto, así que no existía razón para que Iván hablara con él.
Diego dijo que estaba bien, que igual tenían que aclarar un par de cosas sobre este partido y el que tendrían dentro de dos semanas.
Así que, a regaña dientes, los dejé solos.
Lu estaba dentro del auto, leyendo. Toqué la ventana un par de veces para llamar su atención. Quitó el seguro y entré al auto junto con ella.
—El propósito de mandar a Iván era que te tragiera con él, no que sólo te mandara a ti — dice, sin mirarme, sigue demasiado insimismada en su lectura.
—Tenía algo que hablar con Diego — explico, entonces levanta la mirada hacia mí.
—¿Pasó algo? — cuestiona, sonriente.
—Diego me besó — masculle, antes de que pudiera soltar un grito continúe —: En realidad, nos besamos, pero el idiota de Diego lo soltó de la nada hace unos minutos. No sé qué carajo se le pasó por la cabeza para decirle eso a Mateo — cruzo los brazos sobre mi pecho.
Lu parpadea un par de veces, cierra su libro con cuidado, lo guarda en la mochila a sus pies, se acomoda de lado para mirarme fijamente. Y después suelta un grito que estoy seguro se escuchó hasta Alaska.
—¡¿Cómo fue?! ¡¿Estuvo bien?! ¡¿Quién tomó la iniciativa?! ¡Cuéntame todo, maldita sea! — exige tomándome del cuello de la playera —. Ahora — demanda.
Me suelto de su agarre y aliso mi ropa un poco.
Estoy a punto de abrir la boca para contarle, pero la puerta del piloto se abre y entra Iván, demasiado relajado. Eso sólo me espanta.
—¿Lo mataste? — inquiere Lu, asomando su cabeza entre los dos asientos delanteros.
—¿Por qué lo mataría? — cuestiona Ivá —. No hizo nada malo — dice, mirándome a través del espejo retrovisor.
—Nop — afirmo.
—No lo maté. Relájense. Y no dije nada que pudiera avergonzarte. Por si te preocupaba — aclara.
—Me preocupa más lo que pudieras pensar — mascullo.
—Mi imagen sobre él no puede empeorar, tranquilo — dice, con una pequeña sonrisa.
—Hablaba de mí — susurro. Ambos se giran a verme y me siento pequeñito ante sus miradas.
No les había dicho nada simplemente porque no sabía cómo hacerlo. La opinión de mis amigos siempre ha sido importante, porque ellos son importantes. Y que de alguna forma ellos pensaran que era ingenuo, tonto y... Otros adjetivos que ni siquiera puedo pronunciar sin querer llorar.