19. Tener Algo

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El sol estaba pegándome directo a los ojos y eso sólo me ponía de malas

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El sol estaba pegándome directo a los ojos y eso sólo me ponía de malas. Las cortinas eran negras, no entiendo cómo logra traspasar.

¿Cortinas negras?

No, no, mi cuarto no tiene cortinas negras.

Abrí los ojos rápidamente, lo cual fue un error considerando que el sol estaba fuertísimo, pero eso no era lo peor.

La cosa era que no estaba en mi habitación y que ese maravilloso cuadro de Taylor Swift me indicaba donde me encontraba.

MALDITASEA.

NO.

NO.

NO.

NO PUEDE SER.

Voy a morir.

Mejor dicho, mi madre va a matarme y estoy seguro de que lo va a disfrutar.

¿CÓMO VINE A QUEDARME DORMIDO?

Como pude saqué mi celular del bolsillo del pantalón. Eran las 8 de la mañana, lo que me indicaba que mi mamá aún seguía en el departamento. No sabía qué era mejor, si llegar antes o después de que se fuera, de igual manera no me libraría de su sermón.

Llevo la mirada hacia mi costado derecho, no puedo evitar sonreír al ver a Diego dormido con su brazo sobre mi cintura y su mejilla aplastada contra mi hombro, puede que esté dormido, pero me abraza como si fuera un peluche.

Su boca forma un puchero y su ceño está fruncido. Se ve realmente tierno.

Decido dejar de mirarlo y me centro en librarme de su abrazo para poder irme sin despertarlo. Cuando lo logro, pasa su brazo por todo el lado de la cama donde yo me encontraba, así que tomo una de sus almohadas y la coloco ahí, él la abraza con fuerza y continúa durmiendo.

Paso mis dedos lentamente por su frente hasta despejarla, dejo un ligero beso sobre esta antes de tomar mi mochila y salir de la habitación.

Admito que mi plan de salir de aquí sin llamar la atención no fue tan bueno teniendo en cuenta que no conozco esta casa.

Aun así, hago el intento de recordar el camino por donde me trajo Claudia la noche anterior, y recuerdo bien porque ya he llegado a la puerta de la cocina.

Pero el plan se ve arruinado por un ser de cuatro patas que salta sobre mí y empieza a ladrar con ganas.

—Shh, Shh, por favor, Dino — intento calmarlo y medio lo logro.

Deja de ladrar para sentarse y comenzar a restregar su hocico contra mi cara. Me ha tirado al suelo, así que no tengo más remedio que acariciarlo

Esperaba haber paso desapercibido pero al escuchar los pasos y las voces viniendo de la cocina me di cuenta de que ya no podría salir de aquí sin llamar la atención.

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