18. Culpa Mía

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— ¿Quieres venir a mi casa?

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— ¿Quieres venir a mi casa?

NO.

Esa era la única respuesta correcta a aquella pregunta que soltó Diego al final de la tarde.

Sin embargo, no lo dije.

Lo único que pude darle como respuesta fue un vago asentimiento y ahora nos encontrábamos frente a la puerta principal de su casa. Digo principal porque seguramente esta casa tiene más de una puerta.

Era parecida a la casa de Iván, de hecho estaban en estaban en el mismo vecindario, aunque la casa de Diego me daba la impresión de ser más grande.

Me sentía demasiado intimado por todo el lugar, sobre todo por el eco que hacían nuestros pasos y voces por los pasillos. Era como una película de terror, o tal vez era yo exagerando la situación por el miedo que me da conocer una parte importante de la vida de Diego, como lo es el lugar donde pasa la mitad del día cuando no está en el estudio.

—  ¿Tienes hambre? — pregunta cuando entramos a la cocina.

No soy fan de cocinar, pero si tuviera esta cocina creo que lo haría con gusto todos los días.

—No mucha, creo que comí bastante en el campo — respondo.

—Comes muy poco — señala.

—No es verdad, como lo necesario — refuto. Me mira con los ojos entrecerrados y me veo en la necesidad de desviar el tema — ¿Y Dino?

—En el jardín, seguramente.

Por alguna razón siento el ambiente un tanto incomodo, aunque Diego parece bastante relajado, incluso divertido a la hora de verme.

Recarga sus codos en el desayunador y coloca su cara en el dorso de sus manos, tiene una sonrisa sutil y parece interrogarme con la mirada.

—¿Qué me ves? — cuestiono y se ríe.

—Luces nervioso — pronuncia, divertido.

—No es cierto.

—Lo es. Tus ojos no han dejado de ver a tu alrededor y tus mejillas han continuado infladas desde que entramos al fraccionamiento — señala. Automáticamente toco mis mejillas con las manos porque ni siquiera me había percatado de lo dijo. Vuelve a reír —. Relájate, estrellita, sólo quiero que pruebes la cena sorpresa de Claudia.

—¿Cena sorpresa? — inquiero confundido, porque si fuera sorpresa él no lo sabría.

—Lo hace todos los años. Como si no me diera cuenta de que la única vez que compra ese pastel y hace esa lasaña sin que se lo pida es este día –pone los ojos en blanco, pero sin borrar la pequeña sonrisa de sus labios.

Sonrío al escucharlo.

Por la forma en la que siempre habla de Claudia me doy cuenta de que es muy importante para él y de que ella lo quiere de la misma forma.

Dance With MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora