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—Pero ¿a ti qué narices te pasa?

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—Pero ¿a ti qué narices te pasa?

Durante un segundo se me ha parado el corazón. Cuando estoy con el teléfono no presto atención a lo que hay a mi alrededor y no es la primera vez que alguien me da un susto como este. Me llevo la mano al pecho mientras miro al cielo intentando volver a la normalidad.

—Perdóname, no era mi intención. —La voz grave del chico me hace pegar un respingo—. ¿Eres una campista? Es muy temprano para estar por aquí, ¿dónde están tus padres?

Vale, es verdad que el año pasado estaba participando en el campamento, pero a ninguna persona que acaba de cumplir la mayoría de edad le gusta que le digan que parece más joven de lo que es. Levanto la cabeza dispuesta a pelear con quien se estuviese atreviendo a insinuar que tengo edad para ser una campista y me encuentro con unos ojos verdes que me miran con seriedad. 

 —¿Estás bien? Si has bebido demasiado o algo puedo llamar a un taxi para que te lleve a casa. Esta zona no es muy segura por las noches. ¿Quieres que llame a tus padres?

Pero bueno, ¿quién se cree que es? Menudo complejo de salvador tiene el amigo. Abro la boca para contestarle, pero me quedo embobada mirando los mechones rubios que sobresalen de la capucha de su sudadera amarilla. Su rostro está serio, se nota la preocupación en sus labios rodeados de una barba rubia desaliñada. Sacudo la cabeza, preparando mi contestación, cuando me doy cuenta de que en su sudadera está el logo del campamento con la palabra "staff" escrita en ella. Es uno de mis compañeros, aunque no lo he visto antes. 

—Lo primero, no estoy borracha. Y, aunque lo estuviese, no creo que esa sea la mejor manera de abordar a una persona que no conoces —digo mientras pongo mis brazos en las caderas—. Lo segundo: No soy una campista, soy monitora.

Le señalo mi mochila, donde sobresale la misma sudadera que él lleva. Debería habérmela puesto, pero en mi eterno positivismo pensé pedirme una talla menos pensando que para el campamento habría perdido algunos kilos, así que me está demasiado ajustada para mi gusto. Su expresión cambia, haciendo que una sonrisa se dibuje en su cara. No sé por qué, pero eso hace que me irrite mucho más. 

—Perdona —dice mientras se coloca una mano en el cuello—. Estoy un poco nervioso y, sinceramente, parecías una de las dos cosas. La próxima vez podrías contestar a la primera en vez de quedarte pasmada como si te estuviese dando una embolia.

Me quedo mirándolo fijamente unos segundos y vuelvo mi vista al móvil, donde la canción de "Enemy" de Imagine Dragons comienza a sonar. En la pantalla veo que es Mariela la que me está llamando.

—¿Sí? —digo contestando al teléfono—. Ya estoy en el aparcamiento. Sí... No llevo mucho rato... De verdad, que acabo de llegar... Juro que no he dormido aquí, Mariela. ¿Es que no has leído el grupo?... No, no estoy sola. Acaba de llegar un chico que parece un poco idiota, pero estoy bien. —Me giro para enfrentarlo mientras digo estas palabras y veo en su cara expresión divertida—. Es un compañero, lleva la sudadera del campamento... Vale, no tardéis. 

Como el primer veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora