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El día de ayer terminó tal y como esperaba: siendo una absoluta mierda

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El día de ayer terminó tal y como esperaba: siendo una absoluta mierda.

Después de mi discusión con Adrián, tuve que aguantar los intentos de ligar en el lago de Daniel con María. Mis malas miradas no servían para nada y, al final, tuve que recordarle a mi amigo que podía perder el trabajo por esto, lo que hizo que se fuese con sus acampados mientras me miraba con cara de querer asesinarme y María volvió a su resistencia agresiva, riéndose mientras me miraba y cuchicheaba con sus compañeras. 

Por la noche, tras la reunión, Román volvió a desaparecer. En ningún momento de estos días parecía que tuviese intención de disculparse y no habíamos tenido contacto ninguno, quitando las miradas que notaba que me lanzaba cada vez que me veía hablando con Martín. Mentiría si digo que no me siento un poco decepcionada, creo que a pesar de nuestros cabreos frecuentes nunca habíamos estado tanto tiempo enfadados.

¿Y hoy? Bueno, no ha sido mucho mejor. La emoción de los acampados, sobre todo los más pequeños, porque mañana vienen sus padres a visitarlos ha hecho que el ambiente esté bastante complicado. No ha sido fácil manejar las peleas causadas por los nervios, ni la tristeza de los que no van a recibir esa visita. Algunos padres, aunque pocos, no pueden venir a pasar el fin de semana por motivos personales y les es difícil que lo entiendan. 

Hemos pasado la jornada en el lago, haciendo carreras con las canoas por la mañana y juegos en el agua por la tarde. El tiempo ha ayudado, pues el calor de mediados de agosto hace que a todo el mundo le apetezca pasar el día en remojo. Además, estar tanto tiempo nadando hace que la mayoría de los campistas estén bastante cansados y se vayan a dormir sin rechistar.

En este momento estoy cenando, mareando mi plato de albóndigas que no me apetece mucho comer y vigilando que mis chicas no se entretengan demasiado. La velada de esta noche será sencilla, el juego consiste en buscar plumas de colores brillantes que hemos escondido por los alrededores del bosque. Se harán varias rondas con distintas puntuaciones y estarán separados por edades, para que sea más justo. No creo que estemos más de dos horas con la actividad y lo agradezco.

—Julieta.

Me doy la vuelta y veo a Martín con su amplia sonrisa. Oigo cómo algunas de mis campistas suspiran. Es normal, es un chico guapo y, al ser una figura de autoridad, la erótica del poder se impone. Les saluda con un movimiento de cabeza y unas cuantas risitas se escapan de sus labios, pero Martín parece ignorarlas.

—Dime —respondo intentando contener la risa.

—Esta noche te toca guardia. ¿Nos vemos después del juego en la puerta de enfermería?

—Espera. —¿He escuchado bien?—. ¿Nos vemos?

—Sí, me toca a mi también. Espero que no estés muy cansada, las rondas suelen ser largas.

Se aleja hacia su mesa mientras mis chicas comienzan a cuchichear. Algunas se atreven a hacer comentarios maliciosos para molestarme, pero me lo tomo bien porque noto que son sin maldad. Sin embargo, María tiene en su mirada algo que hace que me preocupe. No creo que haya notado nada, ¿verdad? Porque no hay nada. Martín es mi jefe. Un jefe muy guapo, sí, pero tengo novio y él le gusta a mi mejor amiga. No tengo ninguna intención de que esto se convierta en una historia de amor.

Como el primer veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora