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¡Noche bajo las estrellas!

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¡Noche bajo las estrellas!

Estoy eufórica desde la reunión del día anterior, cuando nos informaron de que hoy iba a ser la noche en la que nos llevamos a los chicos mayores a dormir en un claro precioso bajo las estrellas. Fran había comprobado que la temperatura sería perfecta para hacerlo, además había luna nueva y las estrellas se podrían contemplar en todo su esplendor. 

Llevo a la espalda la mochila con provisiones, un par de botellas de agua, el saco de dormir y una sonrisa enorme en la cara. A pesar de mis discusiones con Román y Coral, esta última parecía haberse olvidado con mi promesa de intentar un acercamiento y se había quedado en el campamento emocionada con sus niñas, creo que incluso haciendo planes de boda; y mi novio no me había dirigido la palabra en lo que llevábamos de día, pero yo a él tampoco así que estábamos en paz.

Nada puede hacer que mi día se estropee o, al menos, eso creo.

Camino junto a Mariela en silencio mientras contemplamos la naturaleza. Sé que a ella esta salida le hace tanta ilusión como a mí. Con nueve años, a pesar de llevar desde siempre yendo a la misma clase, no teníamos mucha relación, pues estábamos en grupos diferentes. Ella siempre andaba con las más populares del colegio y yo, bueno, pasaba la mayoría del tiempo con Coral jugando a Pokemon. Sin embargo, nuestro primer año juntas en el campamento nos unió muchísimo y, más aún, la noche bajo las estrellas. Pasamos la jornada entera hablando, contándonos nuestros sueños y descubriendo que las tres teníamos más cosas en común de las que creíamos. Fue el comienzo de una bonita amistad.

Me sonríe y nos abrazamos, no hacen falta palabras para describir lo contentas que estamos. El camino a la zona donde acamparemos es largo, pero Martín y Virginia van contando datos curiosos sobre las plantas que nos vamos encontrando e intentando no espantar a los animales para que los acampados puedan verlos. Habíamos conseguido observar en silencio unos ciervos que estaban comiendo en un pequeño claro, antes de que Román se tirase un sonoro eructo que los espantó mientras todos sus chicos reían como hienas.

—¡Julieta! ¿Cuánto queda? —pregunta mi chica más guerrera.

—Un minuto menos que la última vez que preguntaste, María. —Me doy la vuelta mientras sigo caminando, viendo su cara de cansancio.

—No entiendo por qué tenemos que ir tan lejos para ver las estrellas. Son iguales en todos lados, ¿no?

—Me lo agradeceréis esta noche, ya veréis —contesto obviando la tontería que acaba de decir Petra.

Justo cuando se acerca el atardecer conseguimos llegar al claro. La vista es espectacular. Un gran prado de hierba suave se extiende frente a nosotros, rodeado por tres cuartas partes de arboleda, pero en el horizonte se pueden ver unas pequeñas montañas donde el sol está a punto de comenzar a desaparecer. Los colores violetas y rosas del cielo, unidos al verde y amarillo tan brillante del campo hacen que las vistas provoquen un silencio entre todos los campistas.

Como el primer veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora