🌸🏕️🌟KALOPSIA🌟🏕️🌸
Julieta tiene todo lo que una chica de su edad podría desear: un novio guapo y simpático, unos amigos fieles y va a entrar en la universidad que siempre había querido. Además, ha conseguido su primer trabajo y es con el que si...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Hacía mucho tiempo que no me dolía tanto el estómago. Es lo que pasa cuando te callas las cosas, se van haciendo un nudo poco a poco dentro de ti y cuando te das cuenta es demasiado tarde. Llevo todo el día con unos pinchazos que, al principio, pensaba que era que mi amiga de todos los meses venía a visitarme; pero, tras comprobarlo varias veces, me di cuenta de que esa sensación me está atacando cuando veo a mis chicas. Mejor dicho, a María.
Sé que debería contárselo a Fran o, al menos, a Martín, pero las dudas que me asaltan de si es o no lo correcto no me dan el valor para enfrentarlo. Al final Daniel tiene un poco de razón, solo se llevan dos años y, en otra situación, no estaría mal visto. Lo que pasa es que las relaciones de monitores con acampados está terminantemente prohibida, y vale que nos saltamos las reglas cuando queremos, por ejemplo con el alcohol, pero esto implica a una de mis chicas y a un tío que conozco y no me gusta nada cómo trata a las mujeres.
Estoy sentada viendo el partido de baloncesto del grupo de Román contra los chicos más mayores. Hemos hablado de lo de anoche y, además de darme las gracias por no contar nada de lo que vi, me ha dicho que Daniel está muy arrepentido y más cosas de las que he desconectado enseguida porque sé que son mentira. No sé si el destino querrá ponerme más trabas, pero me gustaría que esta noche me dejase pasar un buen rato a solas con mi novio buenorro al que mi piel echa bastante de menos.
—¡Vamos, Fidel! ¡Patéales el trasero!
Las chicas se han venido a animar a sus compañeros y estamos haciendo cánticos y riéndonos de nuestras propias ocurrencias. No se han quejado mucho por los deportes; es más, incluso habían ganado algunos partidos y estaban muy contentas con ello. Este es el último partido del día y a pesar de que estamos todos muy cansados no pueden evitar sentirse eufóricas.
María no me ha dirigido la palabra y lo agradezco, pues no quiero verme obligada a tomar medidas con ella. No sé por qué, pero tengo la sensación de que no deja de mirarme con cara de odio, aunque sabe mantener la compostura. Creo que no ha contado nada a sus compañeras, si lo ha hecho fingen todas genial porque no han tenido ninguna subida de tono conmigo.
Mis pensamientos hacen que la busque con la mirada, dándome cuenta de que tiene sus ojos clavados en mí. Esa es la expresión a la que me refería, parece que quiere sacarme los ojos. Le sonrío y saludo con la mano, haciendo que vuelva a mirar al partido. Sé que me estoy ganando su odio con todo esto, pero es un tema complicado y no pienso ceder más en ello.
—Te veo muy concentrada en esa chica, ¿algún problema?
La voz de Martín interrumpe mis burdos intentos de intimidación. Se sienta a mi lado y desde aquí puedo notar que ha estado haciendo deporte, pues su olor a sudor inunda mis fosas nasales y, a pesar de lo que pudiese parecer, me resulta agradable. Cosa de las hormonas, supongo. Sobre todo de las mías, que están revolucionadas.
—Ninguno —respondo un poco nerviosa—. Bueno, los de siempre: me cuesta hacerme con ellas.
—Es normal, sobre todo si las miras de esa manera.