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Aún no me puedo creer que Mariela me haya estado engañando durante tanto tiempo

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Aún no me puedo creer que Mariela me haya estado engañando durante tanto tiempo. Mientras camino por el bosque, retazos de nuestro pasado van apareciendo por mi mente. He sido una idiota por no darme cuenta de que mi mejor amiga sentía algo por mi novio. Ahora, todas esas conversaciones que tenían, esas bromas y roces que parecían inocentes han tomado un cariz totalmente distinto.

Entiendo que me he portado mal con Román, le he engañado. Tenía que haber hablado con él y dejar las cosas claras antes de besar a Martín, pero los dos hemos hecho cosas malas y estaba dejando que yo cargase con toda la responsabilidad.

Consigo alejarme de la zona donde he empezado. El campo de juego es muy grande, pero me cruzo con bastantes participantes que me ignoran porque están demasiado ensimismados con la competición. El bosque es cada vez más espeso. Las ramas de los distintos árboles me molestan para caminar y ralentizo mi marcha. De todas maneras, tampoco sé exactamente dónde ir. Parecía que Mariela iba a ser la única persona que seguiría a mi lado después de este desastroso verano, pero acabo de quedarme completamente sola. Y, en estos momentos, no estoy triste, sino muy enfadada.

Miro a mi alrededor, dándome cuenta de que no sé en qué lugar estoy. Escucho el ruido de los acampados en la distancia, así que mi preocupación disminuye. De repente, oigo unos sollozos. Me acerco al arbusto del que proceden y me asomo por encima, pensando que puede ser alguien que se ha hecho daño durante la competición. Veo, sentada y con la espalda apoyada en un árbol, a María. El mal humor que me inunda al encontrarla triste y tener que consolarla después de todo lo que me ha hecho, por ser su monitora, desaparece cuando me doy cuenta de que tiene sangre en el labio y la camiseta, blanca y de tirantes, desgarrada.

—María, ¿estás bien?

Da un respingo cuando escucha mi voz y gira la cabeza hacia mí. Puedo ver el terror en su cara, empapada en lágrimas. Parece que se ha partido el labio y noto que su pelo está enredado y descolocado, como si hubiese tenido un forcejeo. Tras días exhibiendo su agresividad y descaro cada vez que se encontraba conmigo, puedo ver por primera vez la niña que es en realidad. Está asustada y sola. Sin poder remediarlo, se me parte el alma.

—Yo... estaba...

Me acerco hacia ella y, en un primer momento, se aparta con recelo, pero cuando me coloco a su lado se abalanza sobre mí con desesperación. Pongo mi mano en su espalda e intento reconfortarla mientras sus sollozos son cada vez más fuertes. Tras unos segundos y palabras bonitas, consigo que se tranquilice.

—¿Qué te ha pasado? —pregunto tras mucho pensarlo. No quiero que vuelva a perderse en sí misma.

—Estaba con... estaba con Dani... Habíamos quedado en encontrarnos durante el juego para pasar un buen rato, pero luego he decidido que no me apetecía. Yo no quería y él...

—María, ¿te ha hecho algo que tú no querías? —Intento aparentar calma, pero lo único que quiero es salir corriendo para golpear a ese cabrón.

—¡No, no, no! —comienza a decir con nerviosismo mientras se abraza las piernas—. No me ha hecho nada, me he puesto a gritar y, sin querer, me ha empujado y me he dado un golpe con el suelo. —Se lleva la mano a los labios, que siguen sangrando.

Como el primer veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora