🌸🏕️🌟KALOPSIA🌟🏕️🌸
Julieta tiene todo lo que una chica de su edad podría desear: un novio guapo y simpático, unos amigos fieles y va a entrar en la universidad que siempre había querido. Además, ha conseguido su primer trabajo y es con el que si...
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—¡María! ¡Para de ahogar a tus compañeras!
Sentada en la orilla del lago miro cómo mis chicas pasan su hora libre tomando el sol, nadando y picándose entre ellas sumergiéndose debajo del agua. Parece un juego inocente, no están siendo demasiado bestias, aunque me da miedo que tengamos un susto. Hay un socorrista y yo misma sé bastante sobre primeros auxilios, pero más vale prevenir que curar.
—¡Deja de ser una aguafiestas! —contesta una de ellas.
—¡Nunca!
El día ha sido bastante tranquilo, los juegos de la mañana no han resultado nada pesados y el tiempo tan bueno que está haciendo propicia que todo el mundo esté de buen humor. Después de comer teníamos preparado una tarde libre, donde los chicos proponían a sus monitores qué les apetecía hacer, para que ellos también decidan un poco de su ocio. Algunos están haciendo manualidades, otros jugando a algún deporte y nosotras, junto a algunos de los otros grupos, hemos decidido pasar la tarde tranquilas en el lago.
Tengo bastante calor, pero no quiero bañarme. ¿Por qué?, os preguntaréis. Pues porque no me depilo desde hace una semana y mis ingles parecen la selva amazónica. La tarde anterior había tenido que ducharme demasiado rápido para no llegar tarde a la cena y solo me dio tiempo a repasarme las piernas y las axilas, pensando en que ya lo haría al día siguiente. El "día siguiente" ha llegado y yo estoy sentada en la suave hierba de la orilla con mis pantalones cortos y la parte de arriba de mi bikini rojo deseando lanzarme de cabeza al agua.
Decido que voy a meterme, me da igual quién me vea, pero me apetece nadar un poco. Justo cuando estoy desabrochándome los pantalones, noto cómo alguien me toca la espalda.
—¿Puedo acompañarte?
Miro hacia atrás, poniendo mi mano encima de los ojos para que el sol no me moleste, y lo que veo me deja sin respiración por una fracción de segundo. Martín está de pie con los brazos en jarra mientras me mira, divertido. Lleva un bañador negro con la cintura baja cayendo suavemente en sus caderas. Sus abdominales no están muy marcados, pero se nota que está en forma. Una fina capa de vello rubio cubre todo su torso y brilla con la luz de la tarde.
Tengo que parar de mirarle, se va a dar cuenta.
—Julieta, ¿estás bien?
No estoy bien, estoy demasiado salida.
—Claro, ¿por qué no iba a estarlo?
—Estás colorada, por eso. Me ha dado la sensación de que has abandonado tu cuerpo durante unos segundos.
Se sienta a mi lado mirando hacia el lago y nos quedamos en un silencio que, a pesar de lo que pueda parecer, no me resulta incómodo. Una suave brisa se levanta haciendo que se me erice la piel y eso que hace unos minutos me estaba cociendo del calor. El sol está cayendo y las noches en mitad del monte suelen ser bastante frescas, aunque estos días nos estaba dando un respiro. Recuerdo que algunos años me levantaba en mi cama con los pies congelados, a pesar del saco de dormir y las dos capas de calcetines con las que dormía.