La manada y la sorpresa.

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Kara y Lena habían pasado días haciendo el amor aquí y allá , en cualquier sitio que encontrasen la pelinegra y la rubia querían bautizarlo con todo el amor que se sentían, cualquier lugar era bueno para ello.

El sudor perlaba la pálida piel de la pelinegra mientras sentía a su novia hundirse dentro suyo, Kara golpeaba una y otra vez sin descanso y estaba sudando también, ambas sonreían hacia la otra y la rubia no podía dejar de tener esa cara de idiota que se le quedaba siempre que miraba a Lena. Era todo su mundo, la única cosa que en su vida amaba y quería proteger con fiereza.

—Kara nos estan mirando—sususrraba Lena sujetándose de su trasero y empujándola tan adentro como fuese posible.

—Sí que miren— susurró Kara en sus labios. —Que sepan que Lena es mía y que yo soy suya.

Kara jadeó mientras Lena cerraba los ojos y asentía, el mundo podría caerse que ellas harían el amor y no pararían hasta estar satisfechas.

Habían ojos en la oscuridad de la noche, ojos amarillos que observaban y poco a poco varios animales iban saliendo curiosos a ver a la pareja de la que era la líder indiscutible del bosque.

La rubia no podría estar más feliz, que todos viesen y contemplasen que ella no sólo era la más poderosa, ahora tenía a su reina para gobernar con ella mientras estuvieran en esa isla.

Los lobos aullaron unos a otros mientras contemplaban la escena y Kara sonrió apresurando su paso. La luna llena estaba en el cielo, completamente redonda y perfecta.

—Lena— susurró Kara en su oído— Te amo, mi loba— había algo en esas palabras que sonaba primitivo, Kara creía que Lena era un animal? O quizás esa era su forma de hacerla sentir incluida? No lo sabía con certeza, de hecho ahora mismo no sabía nada salvo que estaba en el lugar correcto.

—Loba uh?— Lena sonrió. —Espera, si soy una loba pues...—la mujer apartó a Kara unos segundos y se giró para quedar de espaldas a ella. —Hazme el amor así, como lo harían ellos.—

Kara tragó en seco, sentía su cuerpo arder de necesidad. Se deslizó dentro de su mujer nuevamente y acarició su cintura con toda la ternura de la tierra, admiró su espalda mientras se miraba a si misma entrar y salir de Lena. Toda su longitud se deslizaba dentro y fuera con facilidad mientras Lena la tomaba toda y jadeaba. —Más ...más— susurraba la pelinegra sujetando la vegetación bajo ella con las manos hechas puños mientras Kara la contemplaba literalmente salivando. Cómo podría existir una criatura tan maravillosa como esta y ser suya? La rubia no lo sabía, y no lo cuestionaría, había oído a un par de humanos hablar de dios, pero cuando pensaba en qué o quien sería su dios sólo le venía Lena a la mente.

—Mi dios...Lena es mi dios— susurró la rubia y mordió el hombro de Lena mientras aceleraba tanto que el cuerpo de Lena se balanceaba sujetado solamente por las manos de la rubia en sus caderas.

—Te amo Kara ...joder te amo tanto— susurraba Lena en un trance de placer mientras ambas oían la sinfonía que los lobos cantaban para ellas.

—Lena...favur...déjame darte mis cachorros— susurraba Kara en su oído ahora tentándola mientras sus estocadas dentro de ella se volvían más lentas pero mucho más duras, asegurándose de tocar el fondo de la pelinegra cada vez que entrase.

—Amor no podemos...—susurraba Lena.

—Por qué?...Yo trabajaré como los humanos...haré lo que sea...no tengo familia Lena...tú eres mi familia— había un deje de dolor en las palabras de Kara. —Alex...no la recuerdo bien, no he vivido con ella...todos aquí tienen cachorros y familia...los lobos...tienen su manada...yo quiero tener mi manada...

Corazón indomableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora