Giro inesperado

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Cuando llegaron a la casa los jaguares recibieron a las cuatro mujeres revoloteando de un lado a otro. La pantera, madre al fin, guió a Lena hasta su lugar de descanso y allí le mostró a su pequeño cachorro junto a la niña descansando juntos abrazados.

—Han hecho un buen trabajo ustedes dos—Lena sonrió complacida y abrazó a los enormes jaguares que instintivamente se le acercaban cada vez más y se restregaban con ella.

Kara por su parte miraba la escena muy orgullosa, ver que ella sí tenía razón sobre los jaguares y la bebé la llenaba de alivio.

La rubia se sentó junto a su futura esposa y la abrazó mientras los animales pedían atenciones de ambas y Kara encontró que extrañaba un poco su hogar, se les quedó mirando a los animales con nostalgia.

¿Cómo estarían sus hermanos lobos? ¿Los gorilas? ¿Cómo estarían los animales más pequeños y vulnerables?

—Cuando todo esto acabe, compraré la isla—dijo Lena, mirándola con una sonrisa.—Sé que los extrañas, se te nota en toda tu cara, así que si la compro, podremos ir cada año y pasar una temporada, nuestra hija conocerá sus raíces de Tarzanita y te veré muy feliz.

Kara la abrazó fuerte—Sí, los extraño, pero lo único en mi vida que realmente me daría dolor perder es a ustedes dos y a mis hijos— la rubia soltó un suspiro.—A veces sí me pregunto como estarán, si estarán bien, y a veces quiero volver, sentir ese olor de siempre...cosas así...

Los ojos de Lena se abrieron de par en par.

—¡Por supuesto!—cuando casi gritó la frase los animales salieron disparados y Kara dió un brinco. Lena se echó a reír.—Amor no hay que ir a la isla para que te sientas como en casa, ya sé podemos rentar mientras una cabaña en un bosque o algo así, en la naturaleza.—Abrazó a su rubia preciosa y la llenó de besitos.—Podemos hacer eso mientras todo este problema se resuelve y compro la isla.

Kara asintió emocionada, parecía una niña pequeña.

—Amor llevemos a jaguarcita a su cuna—dijo con los ojitos llenos de amor y Lena la quizó apachurrar.

—No, nuestra jaguarcita va a tomar un paseo con sus tías para que tú y yo podamos tener la casa para nosotras solas.—dijo la pelinegra en tono alto para que la oyesen.

—Viste te lo dije— dijo Alex en su cuarto—Ya vístete ridícula, que stripptease ni que ocho cuartos— ahora susurraba más bajito.

—Pero Alex, quiero hacerlo, además te gusta— decía Sam.

Lena y Kara tomaron a la niña y se acercaron a la puerta del cuarto a poner la oreja.

—Por dios Sam, me gusta, pero no es momento.

—¿Por qué coño no es momento?—respondió Sam.

—Porque te caíste y te sangra la cabeza pendeja— se sentía la risa de Alex.

—Problemas menores mi amor.

Kara sujetaba a la bebé con una mano y con la otra se presionaba la boca para evitar reírse a carcajadas.

—Ya ponte algo en la cabeza.—se quejaba Alex.

—Tus bragas me pondré en la cabeza, es un golpe pequeño, ya salgamos.

—Ugh está bien mujer.

Lena y Kara corrieron como fue humanamente posible y se sentaron de vuelta con los jaguares disimulando.

Alex y Sam salieron para entonces cargar a su sobrina—La llevaremos en su cochesito, ustedes vayan a lo suyo, que les hace falta—dijo la pelirroja sonriente y Sam llegó por detrás suyo para tomar su cintura.

Corazón indomableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora