Capítulo III

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Pov Caleb

No estoy orgulloso de nada de esto. Siempre pensé que no haría daño a nadie, pero ahora estoy frente a un clérigo que sella para mí un documento que me permitirá hacer toda clase de cosas horribles. Esto no está bien. O sí. Después de todo me preocupo por Philip, solo que ¿acaso tienen las brujas la culpa del odio de este pueblo?

—En situaciones normales no les dejamos a los forajidos un trabajo como este —cuenta el clérigo ofreciéndonos los documentos—, pero en mi opinión ustedes son perfectos para este trabajo.

—Disculpad, señor, pero en realidad no somos forajidos —dice Philip—. De hecho vivimos en este pueblo desde hace ocho años.

—Mantén silencio, Philip —le ordeno dándole un codazo. Él frunce el ceño—. ¿Y por qué pensáis que somos los indicados para este trabajo? —le pregunto al clérigo con interés. Él ríe un poco.

—Hay gente que tiene demasiados seres queridos, ¿sabe? —responde. Analizo cada una de sus palabras—. La gente con familia es igual a gente débil. Ustedes están solos y huérfanos. En realidad no tienen a quién proteger. No tienen un solo contacto en este pueblo. A pesar de haber vivido ocho años —menciona mirando directamente a Philip, él aparta la mirada algo avergonzado—. Ustedes van a saber juzgar sin excepciones.

—Lo haremos como mejor podamos —contesto muy serio. Lo cierto es que en el fondo estoy aterrorizado.

—Seguro que sí. —El clérigo nos entrega una sonrisa. Puede que su objetivo fuera parecer agradable, pero a mí me pone todos los vellos de punta—. Os daremos una recompensa por cada hereje del que os libréis. —Miro a Philip horrorizado, pero él solo asiente con solemnidad. Su actitud me pone aún más nervioso.

—No os defraudaremos, señor —contesta. El clérigo le dedica una mirada de superioridad. Philip hace una reverencia y sin más palabras salimos de allí.

Por el camino leo y releo el documento. Mis manos han comenzado a temblar. Ayer no éramos nada y hoy tenemos el control de hacer arder todo el pueblo. Lo único que hace falta es convencer a todos de que alguien es una bruja o hechicero. En este pueblo no es difícil.

—Philip, ¿tú crees que de verdad existen las brujas?

Él me mira con interés. Parece que no le teme a nuestro nuevo trabajo. No puedo negar que eso me hace sentir algo incómodo, pero no es algo que vaya a reprocharle. Necesitamos el dinero y Philip es capaz de hacer cualquier cosa con tal de conseguir sus objetivos. Es algo que admiro, pero también me preocupa.

—Será mejor que sí existan —responde— porque sino poco trabajo vamos a tener. —Acompaña su último comentario con una risa, pero calla en cuanto nota mi seriedad—. No lo sé, Caleb —decide contestar más severo—. La brujería y las creencias cambian sospechosamente según el lugar que visitemos. Parece que tiene que ver con el desarrollo de las ciudades. Este pueblo es inculto y está aislado, la mayoría de gente es analfabeta. Supongo que es normal que basen todo en la magia. No es que puedan darle más interpretación.

—Y si no existen las brujas o los seguidores del demonio, ¿mataremos inocentes?

Philip se muerde el labio indeciso.

—Quizás estas cosas deberías haberlas planteado antes. —Lo hacía—. Ya no tiene sentido, Caleb. Solo hagamos lo que esperan de nosotros, ¿sí?

Doy un suspiro.

—Sí.

Philip me sonríe.

—Nos irá bien. Ya verás.

Dime quién cometió traición (La historia de Caleb y Philip)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora