Capítulo IX

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Pov Caleb

—Hola, ¿me recuerdas? Soy Caleb, el chico del puesto que te vendió un pájaro de madera. Sí, ese. Es que resulta que en menos de tres días, he dejado mi puesto, me he vuelto cazador de brujas y he conocido a una que dice que te conoce y quiere que te proteja. Está en peligro y probablemente le quemen en unos días, pero lo ha hecho para protegerte, de verdad. Ella quiere que vuelvas a casa sana y salva. Sé que es mucho, pero no te asustes. Estoy contigo.

Suelto un gruñido. Es estúpido. Si me acerco a ella y suelto todo eso solo voy a ahuyentarla y nunca va a confiar en mí. Vuelvo a levantar mi cabeza para mirar mi reflejo en el espejo y busco una nueva forma de empezar:

—Mira, Evelyn, es algo difícil de explicar, pero resulta que he conocido a una amiga tuya y... —Me llevo la palma de la mano a la cara—. ¿A quién quiero engañar? —pregunto con furia—. Nunca voy a encontrar las palabras para algo tan serio. Quizás solo tenga que ir a hablar con ella e improvisar. —Levanto la cabeza—. ¿Tú qué opinas, Philip? ¿Philip?

Doy una vuelta. Philip no está en casa. Me siento en mi cama y me cubro la cabeza con las manos. Solo espero que no esté enfadado, aunque después de marcharse sin avisar creo que es lo más seguro. Suspiro y me tumbo boca arriba. No quiero hacerle daño con tal de ayudar a otra persona. Él es mi hermano y siempre tendrá prioridad.

—No sé qué hacer —protesto. Agarro una almohada y me entierro la cabeza en ella. Puedo hablar con Philip todas las veces que quiera, pero Evelyn está en peligro ahora. Solo la buscaré, le pediré que regrese a casa y solucionaré las cosas con Philip después. Puedo hacerlo. Todo volverá a la normalidad.

Me levanto de la cama y meto en mi alforja algo de dinero y un poco de pan. Mientras decido si meter algo más, mi mirada se clava en el cuchillo sobre la mesa. Vacilo unos segundos. Las brujas son como las personas, lo sé, puede que incluso mejor. No lo necesito.

Doy unos pasos seguros hacia la puerta hasta que mis pies se paran solos, como si se hubieran pegado al suelo. Mi mente proyecta algunas exageradas historias del pueblo. Bueno. Solo por si acaso.

Me doy la vuelta y guardo el cuchillo. No voy a hacer nada malo. Tenerlo no significa que vaya a usarlo, ¿no?

. . .

Camino por la ciudad con todos mis sentidos alertas. Solo he visto una vez a Evelyn, pero es lo suficiente para saber que ella no se esconde de los humanos. No dejo de suplicar a Dios encontrármela en cualquier momento. Sé que Philip no va a enfadarse, pero prefiero hacer todo esto a escondidas.

Consigo ver a lo lejos una caperuza roja. Mi corazón empieza a latir con fuerza y corro para alcanzarla. Todo va a estar bien. Por fin la he encontrado.

—¡Evelyn! —le llamo. Ella se gira para mirarme y comienza a acelerar el paso. Sigo persiguiéndola sin apenas fijarme en la mirada de todos los curiosos de la ciudad. No entiendo por qué huye de mí, pero voy a descubrirlo—. ¡Evelyn! —repito. Esta vez no se gira, solo corre y corre sosteniendo su caperuza. Intento alcanzarla, pero entonces siento como más miradas se suman a la situación. No. Lo último que quiero hacer es llamar la atención de la gente. Freno mis pies y dejo que Evelyn se marche. Tengo que buscar otra estrategia.

—¿Quién es? —me pregunta una chica del pueblo confundida—. ¿Por qué la perseguías?

Varias miradas se clavan en nosotros. Yo solo niego con la cabeza retrocediendo hacia atrás. El círculo de gente se cierra acorralándome. Entonces un anciano pregunta lo que más temía:

—¿Es una bruja?

Todos empiezan a gritar y susurrar. Algunos salen corriendo para buscar a Evelyn, yo intento seguirles, pero algunos del círculo me retienen esperando más información. Soy idiota. Con tal de darme prisa he acabado haciéndolo todo mal. A estas alturas Philip ya es el menor de mis problemas.

Dime quién cometió traición (La historia de Caleb y Philip)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora