Capítulo VIII

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Pov Philip

Las brujas existen. Siempre lo han hecho y Caleb lo sabía. Lo sabía y lo sabe, pero aun así se deja embaucar por una. Estoy confundido y enfadado. Hace unas horas parecía que ninguno de los dos creíamos en su existencia.

Todo esto no cambia la obsesión que tiene este pueblo con ellas. Los habitantes consideran brujas hasta a su vecina de enfrente por el mínimo hecho de barrer con una escoba. Aunque todos lo hagamos así. Pero claro, ¿y si todas estas denuncias falsas surgieron de la verdad? De una verdad llena de brujas reales.

—Has llegado demasiado tarde, Philip. —El padre Alistair ya ha terminado de cambiarse frente al espejo de la sacristía—. La misa acabó hace unos minutos. —Abro la boca para hablar—. ¿O es que vienes a confesarte? Puedo hacerte un hueco, pero para la próxima vez tienes que venir antes de...

—... la misa, lo sé, pero no es nada de eso —respondo muy rápido. El padre Alistair se fija en mí. Yo trago saliva—. Lamento molestaros, de verdad, padre, pero necesito información.

—¿Información? —repite él levantando las cejas. Yo asiento con la cabeza. Me mira confundido mientras termina de recoger.

—Sobre las brujas.

El padre Alistair suelta una pequeña exclamación. Se hace la señal de la cruz y después hace lo mismo conmigo. Levanto una ceja. Lo cierto es que no entiendo su reacción.

—No puedes hablar así de ellas en un lugar sagrado —me regaña. Vuelvo a asentir con la cabeza—. ¿Quieres saber sobre esos herejes? Pues hablemos fuera, pero nunca en la casa de Dios.

—Sí, vale, lo siento.

Exagerado.

Cuando se asegura de haber guardado bien todos sus ornamentos y ropajes sagrados me conduce al exterior de la iglesia. Hacemos una inclinación antes de salir frente al sagrario y cerramos la puerta.

—El padre Nicholas ya me dijo que tu hermano y tú os habéis convertido en cazadores de brujas —comenta el padre Alistair mientras bajamos las escaleras a la plaza de la iglesia—. Como vuestro párroco, es un placer ayudaros en este duro trabajo, pero no es un tema que se deba dar dentro de la iglesia.

—Sí, padre.

¿No entiende que ya me ha quedado claro? Tengo demasiada prisa para seguir dándole vueltas a ese insignificante error.

—¿Y qué quieres saber, Philip? —pregunta el padre. Empiezo a juguetear con mis dedos, nervioso.

—Vos sabréis que como cazadores de brujas Caleb y yo somos los primeros en peligro. Podríamos ser engañados o maldecidos. No quiero que eso pase. Quiero saber los riesgos. —Mido mucho cada una de mis palabras—. ¿Es posible ser engañados por las brujas?

—Oh, querido hermano, no es solo posible, es lo más probable. —Trago saliva—. Las brujas tienen la maldad de la mujer y la inteligencia del hombre. Son seres peligrosos. Van a intentar a toda costa engañaros a ti o a tu hermano. Solo para salvar su vida y darle poder el diablo. Aunque sois demasiado inteligentes para caer en sus conjuros, ¿no?

Yo sí, pero Caleb no, pienso, pero no lo digo. La mirada del padre Alistair me hace temblar un poco. Trato de ocultarlo y dibujo una sonrisa torcida.

—No dejaremos que sean más inteligentes que nosotros. —Creo que me ha temblado la voz—. Pero para estar seguros, ¿cómo funcionan sus hechizos? ¿Usan la seducción?

—En la mayoría de los casos sí. Se aprovechan de la única debilidad del hombre para hacerse más fuerte. —Frunzo un poco el ceño—. ¿Por qué lo dices, Philip? ¿Hay algo que tenga que saber?

Levanto la cabeza distraído. Pienso en hablar sobre el trato de Caleb, pero acabo decidiéndome por guardar silencio. No quiero que el padre tenga problemas con mi hermano. La culpa es de esa bruja.

—No. Solo estoy un poco asustado.

El padre Alistair me dedica una mirada compasiva.

—Por eso pocos aceptan el trabajo —responde—. Tú y tu hermano habéis sido muy valientes. —Hago un gesto para restarle importancia—. Pero por si acaso, ten. Es agua bendita. Si crees que tu hermano o tú estáis en peligro solo rocíala.

La tomo con manos temblorosas. Me sonríe con cariño y con una reverencia me alejo de allí sin dejar de mirar el frasco. Entonces ya está más que confirmado. Las brujas existen, son crueles y buscan hacer daño a la gente, sobre todo a los cazadores de brujas.

Caleb está en peligro. 

Nota de la autora: ¡Hola! Como podéis ver, ya solo subo un capítulo por día en vez de varios. Es cierto que tengo varios en borradores, pero me han agrandado el horario y tengo trabajos y exámenes así que prefiero tener en reserva. Agradezco de nuevo vuestras lecturas y espero que os esté gustando la historia. Yo tengo que confesar que escribir como Philip me parece super divertido. Es un punto de vista muy distinto al mío, pero a la vez compartimos inseguridades así que es muy raro.

Bueno, dicho esto me despido y hasta mañana!

Dime quién cometió traición (La historia de Caleb y Philip)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora