Capítulo XVIII

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Pov Philip

—¿Por qué llegaste tan tarde a casa ayer?

—La iglesia no es un lugar para hablar, Philip.

—La misa da igual ahora. ¿Por qué tardaste tanto ayer?

Sé que Caleb es lo suficiente mayor para venir a la hora que quiera a casa. De hecho, yo soy el hermano pequeño, pero eso no quita que me preocupe por él y quiera exigirle una respuesta. Caleb nunca me guarda un secreto y ayer me evitó la pregunta tres veces seguidas. No lo entiendo. ¿Por qué me tendría que ocultar algo a mí?

—Estuve ocupado, es todo —responde. Frunzo el ceño. No puedo creer que tenga el valor de mentirme en la cara de nuevo. Aparto la mirada al padre Alistair con enfado. Oigo a Caleb suspirar.

—Ayer hablé con el padre —comento manteniendo la vista en la celebración—. Está muy orgulloso de nuestro trabajo.

—Sí. Ha cundido mucho estos últimos días. —Sé que Caleb está incómodo porque empieza a rascarse la nuca. Intento ignorarlo.

—Dice que nos convertiremos en figuras importantes de la ciudad —continúo—. Cuesta creerlo, ¿eh? Cuando llegamos todos nos odiaban.

—Ya. —Caleb también tiene la vista clavada en la misa. Me crujo los dedos nervioso. Esta conversación no está llegando a ningún lado.

—El padre Alistair piensa que...

—Philip. —Caleb se vuelve hacia mí—. Intento escuchar. Hablamos después, ¿vale?

Asiento con la cabeza sorprendido y avergonzado. No entiendo por qué me regaña. No es la primera misa en la que hablamos. Puedo llegar a entender que no quiera contarme su día aún, pero no sé por qué no quiere escucharme el mío. Me cruzo de brazos y aparto la mirada. Quizás me esté precipitando, pero siento que Caleb mantiene un poco las distancias desde que me hice cazador de brujas. ¿Será por envidia o es que no me apoya tanto como dijo que haría?

La misa se vuelve interminable. A penas escucho lo que dicen y soy el último en levantarme y sentarme respectivamente. Es un infierno.

—Podéis ir en paz —dice el padre Alistair.

—Demos gracias a Dios. —Creo que he sonado con mucho más entusiasmo que el resto.

Todos nos levantamos y salimos de la iglesia. No dejo de mirar a Caleb. Caminamos a la par, pero ninguno dice nada. Una vez en el patio de la iglesia abro la boca para hablar, pero soy interrumpido por una chica del pueblo.

—Señor Wittebane. —Caleb y yo nos miramos preguntándonos a quién se refiere—. Es a vos. —Me señala a mí. Me pongo recto sin dejar de sonreír. Me ha llamado por vos*—. Quería agradeceros todo vuestro trabajo. Vos —otra vez— habéis hecho de este pueblo un lugar más seguro.

—Quizás las brujas no son tan malas como creamos —dice Caleb con una risita. Le echo una mirada de odio. Es mi momento, no el suyo. No tiene por qué dejarme mal.

—Sí, bueno. —La chica fuerza una sonrisa y se aleja. Le sigo con la mirada decepcionado. Ahora mismo odio a Caleb.

Doy unos pasos con furia en dirección a casa, él se apresura a seguirme. Lo cierto es que ya no tengo ganas de hablar con él. Puede estar rancio todo lo que resta de camino. Ya me da igual.

—Philip. —No respondo—. Oye, lo siento. No sé por qué he dicho eso. No lo he pensado, ¿vale? No estés enfadado conmigo, por favor.

—¿Se puede saber qué te pasa? —pregunto—. Antes no discutíamos y ahora es lo único que hacemos.

—Eso no es así —dice Caleb caminando a mi lado—. No discutimos tanto. Estamos creciendo. Es normal que no coincidamos en todo y no pasa nada, ¿vale?

—No. No vale —protesto. Caleb cierra los ojos para contener la paciencia—. ¿Por qué no quieres decirme dónde estuviste ayer?

Caleb da un suspiro.

—Está bien —acepta—. Estuve con una chica. —Frunzo el ceño—. No quería decírtelo todavía porque no sé si fue algo puntual o nos volveremos a ver pronto.

—¿Has tenido una cita?

—No, no. No fue en sentido romántico. Solo hablamos. Empezamos a conocernos y pasamos un rato juntos.

—Suena bastante a cita.

—Estoy seguro de que no lo fue.

—Ya. —Nos mantenemos unos segundos en silencio—. ¿Y cómo se llamaba?

—Daisy. —Lo dice sospechosamente deprisa.

—¿Cómo ese personaje del que estabas enamorado de la novela que me leías cuando éramos niños?

—Debió de ser el destino.

Arqueo las cejas. No puedo evitar sentirme dolido. ¿Por qué Caleb no es capaz de confiar en mí? Siempre nos hemos contado todo. Estoy casi seguro de que nunca le he dado motivos para desconfiar.

—¿Y te gusta? —pregunto. Caleb tarda en responder. ¿Por qué lo piensa? No debería. No la conoce de tanto. No puede gustarle. ¿No?

—No —consigue responder—. Solo somos amigos. Bueno o algo así.

Tomo aire. Ni siquiera sé por qué me he puesto tan nervioso. Quizás esa chica ni siquiera exista y la esté utilizando para tapar la verdad. ¿Caleb con novia? Imposible.

—¿Estás enfadado? —pregunta.

—No —respondo tan rápido que ni siquiera me da tiempo de plantearme si eso es verdad o no—. Está bien.

Caleb sonríe.

—Bien.

—Bien.

¿Desde cuándo es tan incómodo hablar con él? 

*En la España medieval y moderna, vos era un pronombre de respeto que se usaba para dirigirse a personas importantes. (La historia se desarrolla en las colonias inglesas de américa (lo que ahora es EEUU), pero como está escrita en español me baso en esas expresiones del castellano histórico).

Nota de la autora: Aquí tenéis la segunda parte de hoy, espero mañana poder subir también dos porque es ahora cuando empiezan a pasar cositas jeje. Weno, muchas gracias como siempre y procedo a descansar. ¡Byes!

Dime quién cometió traición (La historia de Caleb y Philip)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora