18 - Cenas y problemas

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Draco entra corriendo a la habitación que comparte con el moreno, cerrando con fuerza la puerta a su espalda y apoyándose en esta, intentando recuperar el aire

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Draco entra corriendo a la habitación que comparte con el moreno, cerrando con fuerza la puerta a su espalda y apoyándose en esta, intentando recuperar el aire.

—¿Draco? —Harry coloca el punto de libro en el interior del libro y lo cierra, dejándolo sobre la amplia cama—. ¿Qué sucede?

—Tengo un problema —Harry espera pacientemente a que su amigo recupere el aire y continúe hablando. Cuando Draco siente que puede hablar sin ahogarse, continúa explicándole su problema al menor—. Mamá quiere conocer a los gemelos, esta noche.

—Mucho había tardado.

Harry llevaba una semana en casa de los Malfoy, y todas y cada una de las noches en las que cenaban junto a la matriarca Malfoy acababan en una sutil petición a Draco para conocer a sus yernos.

Draco había respondido todas y cada una de las veces con lo mismo, que los gemelos estaban muy ocupados con la tienda de bromas y Narcisa no había insistido más después de eso. Hasta la siguiente noche, en la que esperaba al postre para, sutilmente, volver a preguntarle a su hijo cuando podrá conocer a sus yernos y Draco volvía a excusarse con lo mismo.

Así llevaban una semana y parece que Narcisa por fin se había cansado de las excusas de su hijo.

—¿Tu de que parte estas? —Draco mira mal a su amigo, molesto por su poca empatía hacia su persona.

—De tu madre, por supuesto.

—Eres un mal amigo —Harry se encoje de hombros, indiferente a sus palabras—. ¿No te importa arrojar a los gemelos a un agujero lleno de víboras?

—No. Fred y George pueden manejar muy bien a un puñado de víboras. Me preocupas más tú, parece que te va a dar un infarto Draco, relájate un poco.

—No puedo.

Harry deja de tomarse a broma el tema cuando nota que la falta de aire de Draco no es por correr, sino por los nervios y se levanta de la cama. Camina hasta su amigo y le agarra por los hombros.

—Draco, mírame —Draco fija sus ojos en los de Harry—. Inspira —el moreno respira y el mayor le imita—, expira —Harry suelta el aire, Draco le imita—. Otra vez —inspiran y expiran un par de veces más, hasta que el rubio parece tranquilizarse un poco, lo suficiente para que no parezca que le va a dar algo en cualquier momento—. ¿Mejor? —Draco asiente—. Bien. Ahora dime, ¿de qué tienes miedo?, ¿de qué tus padres no acepten tu relación con ellos o de que les digan algo que pueda herirles?

—De las dos. Si mis padres no aceptan mi relación con ellos no podré dejarles Harry, les amo demasiado para romper con ellos —los ojos de Draco se cristalizan—, pero tampoco puedo perder a mis padres, son mi todo desde que soy pequeño —la primera lágrima desciende rápidamente de su ojo derecho, recorriendo su mejilla con velocidad para terminar cayendo sobre el suelo de mármol—. Pero ese no es mi mayor miedo. Me aterroriza que mis padres les traten mal por ser familia de quienes son, no podré aguantar un insulto hacia ellos Harry, no cuando se lo mucho que han tenido que sufrir a manos de su familia. Si mi madre o mi padre dicen algo que les dañe, no se lo perdonaré. No dejaré que les hagan daño, no otra vez —a la primera lágrima se le suma la segunda, y la tercera, y la cuarta...Una tras otra, las lágrimas caen de sus ojos, imaginando todas las cosas malas que pueden suceder si sus padres conocen a los gemelos.

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