𝒞𝒶𝓅í𝓉𝓊𝓁𝑜 𝟤

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Todo dolía tanto. La adrenalina y fortaleza que se me otorgó al despertar de la muerte se había esfumado, pues las heridas ciertamente dolían a un grado casi delirante. Aun con los meses de entrenamiento o ataques sufridos, el dolor no es algo a lo que uno debe acostumbrarse, mucho menos si aquellas no habían sido atendidas.

Al menos los rebeldes no aceleraron mi cauteloso paso, por lo que mi rengueo persistió, siendo que la caída anterior en la celda me provocó un violento corte en la rodilla que con el caminar, hizo menguar la caliente sangre que descendía por mi pierna.

No sé si fue mi orgullo o instinto lo que me mantuvo de pie aquel día, contemplando que en cualquier segundo bien pude haber caído desmayada ya fuera por mis lesiones, deshidratación o simplemente para obtener un par de horas extras aplazando lo inevitable.

—Por qué vamos a los interrogatorios ¿ahí es dónde lo harán? —pregunté tan cansada como asustada.

No esperé que me respondiera, sin embargo, lo hizo.

—¿Cómo es que...? Pero claro, este fue alguna vez su palacio ¿cierto?

Seguido a su comentario, me dispuse a guardar silencio y destinar únicamente su espalda imaginando que le apuñalaba, aunque pronto mis ojos se desviaron al guardia fuerte que se aproximaba a nosotros entre el corredor: Eren.

Vivo, él estaba vivo y sin heridas aparentes o al menos no lo suficiente visibles para alarmarse, aunque no era él del todo. No el que yo conocí tiempo atrás, pues cruzó a un costado mío sin siquiera concederme una mirada, por lo que me fue inevitable no detenerme, querer gritar su nombre y rozar su brazo para que me notara, sin embargo, muy pronto me percaté de que Eren no era un preso sino un recluta entre los rebeldes del palacio.

—¿Otro amigo suyo?

Negué, pero era tarde. Ichigo supo que aquel fuerte me importaba y le detuvo.

—Eren ¿cierto? —él asentó e Ichigo me miró con una amplia sonrisa—. Llévenlo con Sombra y averigüen... lo que sea que deban averiguar de él.

—¡No! —grité ante lo tonta que había sido. Muy torpe por delatarlo de esa forma. Fue entonces que Ichigo me tomó del brazo para que emprendiera el paso nuevamente—. No comprendo que fue lo que Vanss vio que aún creía poder salvar en ti —le utilicé como ancla, esperando sacar algo de él que aún no sabía lo que podía ser.

—Siempre ve lo mejor de la gente. Pensamiento ingenuo de su parte diría yo —destinó a mirarme con desprecio—. Lo vio en usted también —me aseguró—. Me lo dijo hace no mucho tiempo.

—Ella alguna vez me comparó contigo —me sinceré por igual—. Dijo que los dos salimos buscando justicia y terminamos encontrando venganza.

—Si, suena como algo que diría ella ¿Qué hizo usted?

—La llevé hasta una pared —el rebelde soltó una ligera carcajada.

—Me hubiera gustado ver eso.

—De haber estado ahí esto no estaría sucediendo —su mirada se perdió ante cualquier pensamiento nostálgico que tuvo.

—¡Y ahí está! —gritó a cambio, colocando su mano en el vidrio para que mirara dentro.

Mi mente se disolvió en el segundo que lo vislumbré. Rolan.

De algún modo (muy en el fondo) lo sabía. Desde el momento en que me percaté que ya no poseía el anillo en mi dedo le recordé. Creí que se lo había llevado como promesa o tortura propia por lo que me hizo, siendo que prometió acabar con ellos, sin embargo, eso nunca sucedió. Pensé que él había huido o que estaba muerto. No sé qué hubiera sido peor para mí, pero aquel sueño aún se mantenía fresco en dónde él era el actor principal de mi delirio.

II. LA NACIÓN EN LLAMAS ♨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora