II. LA NACIÓN EN LLAMAS ♨

𝒞𝒶𝓅í𝓉𝓊𝓁𝑜 𝟤𝟨

Solía pensar que entre controladores no podíamos hacernos daño, pero erré, contemplando que tanto Diego como Rolan, Fergin e incluso esa mujer de Teya no pudieron hacerlo conmigo, sin embargo, la respuesta siempre yacía ahí, tan clara y es gracias al imbécil de Diego que la manera de salir de este sitio se muestra frente a mis ojos.

Y es que Rolan provenía de padres seguidores, Diego al menos uno de ellos lo fue, pero los míos eran ambos fuertes.

Descendencia.

Las mentes no pueden ser controladas por una menor a nuestra habilidad, por lo que Rolan no podía hacer nada con ninguna de nuestras mentes, mientras que Diego podía controlarlo a él, siendo que el suyo era más intenso, sin embargo, no lo suficiente para hacer lo mismo conmigo y es simplemente porque yo soy más poderoso que él.

Jamás en todo éste tiempo, me molesté en entrar en su mente, pues supuse que no podía hacerlo, aunque la verdad resaltó en la obviedad: Yo podía controlarlo y averiguaría hasta donde era capaz de llegar.

"Entremos a su mente. Quebrémosla como él lo ha hecho cientos de veces con cientos de personas"

—¡Ahora! —grita Diego con ferocidad y entonces, sé que el juego ha comenzado.

Tengo tan solo segundos para trazar un plan y por suerte espero que funcionara.

Las cadenas se sueltan, bajando mis brazos entumecidos, haciéndome caer por completo de rodillas, aunque únicamente uno de ellos es liberado en su totalidad. Requiere de todo mi valor para reprimir el dolor de huesos rotos en mi mano, tomar el arma y lanzarla.

No a Diego ni a Rolan, ni siquiera a esos guardias que vigilan el acto sino lo envió directo a mi hermano. El revólver se desliza por el suelo hasta mi hermano, quién ya se encuentra libre de las cadenas que jala con suma facilidad una vez que me encargué de quitarle lo impuesto por Diego, pues tenerle libre era semejante a tener a cuatro fuertes de mi lado.

Eso es lo único que puedo hacer por él, siendo que yo seguía encadenada de la otra mano. Ben debía pelear por su vida, ya que mi habilidad no se quedaría para protegerlo.

Todo sucede tan rápido que al rebelde no le queda más que mirar con incredulidad el acto el suficiente par de segundos para girar y mirarlo, ofreciéndole aquella respuesta requerida de hace minutos.

—Bendición. Me inclino por la bendición.

Fue entonces, que nuestras miradas por una fracción de segundos se mantienen fijas como si no existiera nadie en nuestro alrededor más que él y yo. Su expresión en el rostro me hace saber que por primera vez, no tiene el control y retira su mirada redirigiéndola a Rolan con latente furia. Mi instinto me lleva al momento en que me clavó una aguja en el cuello, dejándome en la inconciencia. En ese momento, poseía dos en su bolsillo y titubeo en cual colocarme.

¿Acaso me dio la incorrecta?

—¡Mátenlo! —vocifera el rebelde hacia los guardias, señalando a mi hermano, pero para ese momento, Benjamín ya había lanzado una detonación en la rodilla de uno de los guardias que le apuntaban. Corre para protegerse de las detonaciones que continúan detrás de uno de los cimientos de la estructura de la arena sin lo impuesto de Diego en su mente.

Mentir.

Lo hice bien. Dejar que la adrenalina o el dolor que aún esta en mí me hiciera ver débil, surtió efecto. No miro atrás, pues confió en que mi hermano hará lo que debe hacer. En ese instante, las luces parpadean en chisporroteantes gotas de electricidad subiendo y bajando los voltios al mismo tiempo que vibraciones se sienten con mayor intensidad sobre el suelo.