𝒞𝒶𝓅í𝓉𝓊𝓁𝑜 𝟣𝟩

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El tiempo pareció ralentizarse ante nosotros, mientras nos dirigíamos en un móvil militar hacía la guarida central de los desertores. Ben no consiguió detenerme cuando sostuvo mi brazo para detener mi cruzada. Le dije que debía ir por guardias de la instalación para alcanzarnos hasta el sitio. No usaría mi habilidad en él para que me dejara ir. Jamás la usaré en mi hermano, pero si utilicé palabras para convencerlo.

—Este es el momento en que debes confiar en mí, en tu mando y en tus soldados. Tú corazón es puro, tu honor impecable y tu valor indestructible. Déjame ir.

De esa forma fue que me dejó partir sin él. Eso y que Damián había ido conmigo junto con Vanss quién se encontraba a un costado probablemente hecha una mar de nervios más que yo. El resto de desertores junto con un par de soldados fuertes que estaban listos en aquel momento, marcharon atrás. Ben se quedó con Eren. Su protector oculto tal como acordamos. Su guardián clandestino escondido en la fachada que es coronel que sabía cómo ordenar a los soldados.

Requirió de cuarenta y cinco minutos arribar al sitio por los ocultos caminos de la guarida. Unos metros antes de llegar al lugar, el humo se volvió visible acompañado de gritos que comienzan a oírse. Entonces los miré. Todos los atacantes eran fuertes. Soldados que renegaban de mi reinado como aquellos en el palacio a favor de Farfán. El problema era que no sabía si mis soldados dañarían a su propia gente.

Todos uno. Todos fuertes.

Frase que aún nos empeñamos en creer.

—Tira a las piernas o noquéalos si no estás seguro de que hacerlo —le espeté a Damián como consejo, así como a los demás por igual antes de tomar rumbos distintos. Él solo asintió.

Su personalidad drásticamente cambió, dejando al lindo chico que sé que es dando lugar al soldado, al fuerte y al General que era. Empuñé mi espada, aunque realmente no la usé del todo.

Observé pelear a Faustino a lo lejos quién supuse que entró a Santiago de manera ilegal como todos los refugiados. Como siempre, dejaba todo para salvar al resto. Llevaba un revolver lo cuál era lo único que detenía por completo a los fuertes, sin embargo, ya había comenzado a usar cuchillos después que su última bala llegó a su revolver.

Humo blanco emergió de la instalación. Debían ser las perlas y sí, lo eran, pues mis ojos contemplaron a Pablo. Sentí como si hacía mucho tiempo no lo hubiera visto, lo cierto era que no. Ya no poseía los golpes visibles en su rostro, aunque su mano aún estaba vendada por los dedos rotos que ganó en la interrogación del palacio poco más de una semana anterior. Mi mirada rodó hacia él, aunque no se me percatóde mi presencia, ya que estaba protegiendo a su comunidad. Pablo no es un buen peleador, pero si un buen tecnólogo que ayudaba a su modo.

Un soldado teyano se dirigía a una mujer que corría. Mi espada fue a su tobillo haciéndolo girar hacia mí, pero era tarde. Sabía que de ambos lados personas morirían y fue frustrante no poder salvar a todos, ni siquiera conseguí hacerlo con esa mujer, ya que fue derrotada antes de que llegara. Fue entonces que a unos metros contemplé a Hozer direccionando a unos cuantos refugiados hacia el campo a las afueras de la instalación.

Él se encontraba ahí tal como Faustino me comentó días anteriores. No poseía miedo aun con sus 12 ciclos cumplimos. Estaba dispuesto a salvar tantas vidas como pudiera. Corrí hacia él en cuanto le miré hasta que sus ojos me notaron a lo lejos y su sonrisa se extendió como un sol brillante en primavera.

II. LA NACIÓN EN LLAMAS ♨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora