𝐸𝓍𝓉𝓇𝒶𝒸𝓉𝑜 𝟣

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DAMIÁN

Nos atraparon. No importó cuanto llegó a sacrificar mi dulce Tamos, la perdí en vano y no es que exactamente alguna vez la haya tenido, pero al menos vivía, me sonreía y eso al menos a mí, me consolaba. Al final, nos atraparon y ahora yacemos justo en el sitio de donde nos encontrábamos huyendo: una celda.

Puede que no haya llegado a saber la naturaleza ni hechos concretos de la enfermedad que ha comenzado a invadir a Victoria, pero la rapidez con la que actúa sí se me informó durante el regreso que emprendía con las armas desde Teya después de la primera llamarada que se visualizó en los poblados de La Capital, por lo que lo más probable es que ella ya haya fallecido.

Han pasado casi dos días enteros desde el incidente y lo más probable es que ya lo esté, aunque pudiera que aquello tal vez sucediera mientras nos abría el paso para que pudiéramos escapar del palacio o dentro de una celda o peor aún, enfrente de mi tío René.

Aquello último todavía cala por completo mis huesos, pues no fui capaz de salvarla de él. Le había convencido de estar de su lado aprisionándola en los interrogatorios en el piso cero, mientras buscaba una forma de sacarla de ese sitio, liberé a Ben de los interrogatorios en cuanto me enteré lo que le harían a su hermana y conseguí convencerle de que le diera una oportunidad ante su confusión inminente de hechos e incluso logré que Octavius nos respaldara una vez que él iba ser asesinado junto con nosotros por los guardias de René y sin embargo, todo no fue suficiente porque Tamos fue contagiada y se sacrificó siendo la distracción para nosotros poder escapar dentro del bosque.

Y es que jamás olvidaré el instante en el que me di cuenta que Ofelia removía ciertos sentimientos dentro de mi ser. Y es que ella y solo ella hizo florecer un sentimiento que nunca experimenté con tal intensidad, ni mucho menos que fuera provocado por mi propio hermano.

Celos.

Ni siquiera cuando me comentó hace tanto tiempo que recordaba a nuestra madre o que mi padre me comparara constantemente con él me permití sentirlo, pero es que aquel sublime vestido rojo que se ondeaba en cada vuelta suya perfectamente ejecutada y dorados risos desbordándose hasta su cintura me incitaron a no dejar de mirarla aquella velada. La misma cintura que mi hermano tomaba con sutileza entre sus manos. Ambos hablaban y sonreían al son de la música con tal exquisitez y es que él siempre poseyó aquel encanto del qué cualquier dama caería fascinada sin duda alguna. Algo de lo qué carezco yo, aunque de antemano comprendo que Iriden no es un hombre de una sola mujer (si lo sabré bien yo), sin embargo, aquel día deseé tanto ser él.

Inevitablemente, Iriden lo notó incluso mucho antes que yo pudiera negármelo a mi mismo. En estos instantes, es sumamente sencillo pensar en todos los momentos que pasé a su lado, causándome el dolor más agobiante que alguna vez pude sentir en toda mi vida, pues nada puede doler tanto que un corazón roto.

Miro al frente de los barrotes. A la celda que tengo enfrente donde se encuentra Benjamín. Todavía no ha despertado después de ser atendido. No sé por qué, pero estos hombres le han brindado auxilio médico (si a desinfectar y colocar gasas hablamos) e incluso nos han proporcionado algo de pan de hogaza y agua.

Aunque pese a su postración, Benjamín permanece esposado con grilletes reforzados para fuertes que se empotran en un anillo forjado al suelo al igual que yo permanezco para así, no movernos en dirección a los barrotes que bien podríamos arrancar sin cansancio alguno.

II. LA NACIÓN EN LLAMAS ♨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora