𝒞𝒶𝓅í𝓉𝓊𝓁𝑜 𝟧𝟢

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Las alarmas suenan y el ataque comienza. Avanzo lo más que puedo entre corredores al tiempo que incesantes alarmas suenan alertando la contingencia que se avecina para cada uno las personas de esta instalación. Mi destino me lleva a la enfermería de este bloque.

—¿Encontraste a mi hermano? —le pregunto a Alexia.

—Si, y se volvió loco, agredió a...

—¿Dónde está?

—Una vez que supo lo que significaba la alarma se marchó con esa débil desertora tuya.

—Su nombre es Vanesa —arrojo y no hay tiempo de enfados.

—Me da igual como se llame.

De pronto, en el cielo resplandece una luz anaranjada que ilumina la recién situada mañana.

—Eso fue...

—Una señal de ubicación —reafirma Alexia, observando los últimos destellos de la luz desvaneciéndose—. Provienen del bloque tres.

La zona donde los desertores y controladores yacen. Ambas pensamos en lo que posiblemente sea lo único que tenemos en común: proteger a nuestros hermanos.

—Destinense a la parte trasera del bloque dos de las barricadas cuanto se reunan. Existe un escondite que lleva a unas minas inactivas sobre el acantilado del lago Serinias —explica Alexia antes de separarnos.

Asiento y me destino con rumbo a los seguidores y amigos del Fuego Blanco para evacuarlos, por lo que con rapidez, Clausius y Kendra, mis guardias de confianza fuertes me acompañan a desalojar la zona.
Tan pronto como el destello comienza a desvanecerse, un jet resuena en el campo aproximándose sobre nosotros, provocando que las hojas de los arboles caigan más rápido que el otoño podría proveer.

Y es que puede que ese jet sea de Victoria, pero también proviene de Palma. Aquel gobierno que nos traicionó por culpa de Wendigo y lanzó la transmisión del rey Solomen para el ataque, por lo que me aventuro a deducir que esto no es ayuda, puess desde su compuerta lanzan una especie de neblina blanca que comienza a cubrir los alrededores de la instalación.

Aquello genera que la visibilidad comience a tornarse pesada para localizar a las personas que debemos movilizar y por supuesto, para encontrar a mi hermano, sin embargo, aún con las dificultades y los guardias alejándose de mi perspectiva, mi visión consigue encontrarlo sintiendo un total escalofrío.

Y es que no sé cómo, pero cuando avanzo por la neblina, vislumbro a Ichigo con un revolver frente a Benjamín, quién yace de rodillas a nada de que ese seguidor accione de entre sus dedos el gatillo. Debo estar a tan solo seis metros de ellos, sin embargo, no soy lo suficiente veloz para infiltrarme en la mente de Ichigo y desviar el tiro, pues la bala emerge del revolver, impactándose no en la cabeza de mi hermano, sino en el diafragma de Vanesa, quién se interpone entre ambos.

Parece avanzar todo en cámara lenta, pues al igual que yo, Ichigo se paraliza en el acto cometido, consciente de lo que acaba de ejecutar, y mientras sus ojos notan como el cuerpo de Vanss decae en los brazos de Ben para que no se desplome sobre el suelo, las rodillas de Ichigo ceden en un azote tortuoso de culpa, dejando que su arma caiga de sus manos. Mi instinto me lleva hasta él con el objetivo claro de causarle el más de los violentos golpes que puedo ofrecerle en el rostro, causando que sangre emerga de su labio y nariz.

—¡Maldito bastardo!

La rabia en mi pecho me hace tomar su arma en el acto, lista para ofrecerle el mismo trato que le ha dado a la chica que por tanto tiempo deseó salvarle, sin embargo, la voz entrecortada de Vanss me detiene para no accionar el gatillo.

II. LA NACIÓN EN LLAMAS ♨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora