𝒞𝒶𝓅í𝓉𝓊𝓁𝑜 𝟣𝟣

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Suspiraba ante los rayos del sol de la todavía creciente mañana que invadía mi rostro. El fresco viento elevaba mis risos sueltos sobre las escaleras de la mansión Borja que resoplaba como el buen verano que era, pese que en aquel sitio aquella estación del ciclo se sentía más como un otoño. No por nada, sus poblados, junto con el de Palma, se escarchaban casi la mitad del ciclo.

—Juro que voy a colgar a esos débiles rastreros en una soga —emitió con furia mi tía Gladiola—. Los castrare y colgaré, nonelly.

—Para eso primero habrá que encontrarlos, Kohath Glad —sonreí un tanto tras su colérica reacción.

Era lindo sentir aquel afecto familiar que ella me brindaba al grado que le llamaba abuela en otro idioma y ella dulzura conociendo mi afición a los caramelos y pasteles.

—Cuídate mucho quieres. Rebi y yo haremos lo propio con simpatizantes para que te apoyen como lo ha hecho lord Borja.

Solo ella tenía el valor de llamar "Rebi" a la abuela y salir con vida. La tensión entre mi abuela y yo se conservaba intacta, pues yo no olvidaba que estuvo dispuesta a entregarme a un juicio y ella que le había echado del palacio meses atrás. Supongo que no existía razón para que Ben conociera nuestros problemas ganados desde su partida, por lo que disolverlos fue lo mejor.

Le ofrecí un beso en su mejilla como despedida y promesa. Avancé sola hasta los jardines de la entrada principal con la misma esperanza que ella colaba en mí para conseguir ser absuelta.

—Gracias —fue lo primero en espetarle a Vanss teniéndola a un costado mío con la casa gobernadora como relieve—. A ti y a todo el Fuego Blanco por todavía creer en mí y salvar a mi hermano. Gracias por hacer lo que yo no pude: proteger a la mayor cantidad de personas posible del virus. Solo mírame, Victoria se derrumba y yo aquí, ahogada dentro de mis culpas. No merezco su apoyo. En verdad, no sabes cuánto lamento lo que he causado.

—No has sido tú —me aseguró—. Sino ellos.

La acusación era concisa, así como el dolor en ello, pues Vanss poseía conocimiento de que Ichigo participó en mi encierro, siendo que en la espera de que despertara cuando arribaron a la mansión Borja, me comentó que pronuncié el nombre de Ichigo entre delirios. Me preguntó por igual quién era Ron, pero no quise contestarle y por fortuna, ella no insistió en el asunto, pues cada vez que pensaba en él, una ola de soledad me abarcaba. No sabía que le había sucedido después de que se ofreció a distraer a los rebeldes para que escapara.

¿Me dejó o yo le dejé?

No sabía, pero ninguna de ellas me hizo sentir mejor.

Mis penumbrosos pensamientos se difuminaron en cuanto el codo de Vanss me rosó el brazo.

—Ahí viene el príncipe —me exclamó mientras le veía acercarse a nosotras con dos guardias flaqueándole.

Increíble que se refiriera a él de esa manera cuando a mí, continuaba manteniéndome con aquel extravagante apodo.

—Sigues siendo la hermanita mandona que recuerdo —arremetió Ben con una sonrisa que se extendió en todos los presentes, pues requerí decirle que debía despojarse de aquella barba y ropas portadas qué sinceramente, no le hacían lucir principesco, mucho menos como un futuro rey sí era que todo salía como lo planeado para darle así, un fin a mi corto reinado.

Su cicatriz en el rostro era visible pesé que optó por conservar aún la barba (acto que lo hacía ver mayor), aunque al menos la recortó y modeló lo más que pudo. Probablemente, aquella marca se quedaría con él el resto de su vida haciéndole recordar cada día, el milagro de estar vivo.

II. LA NACIÓN EN LLAMAS ♨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora