𝐸𝓍𝓉𝓇𝒶𝒸𝓉𝑜 𝟣𝟢

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BENJAMÍN

Avanzo por el pasillo tan confundido como perdido con mis pasos llevándome hasta la sección de la enfermería de esta instalación. Mi hermana dijo que iría por ayuda, pero ha demorado más de lo necesario sin permitirme confesar lo que ha vuelto a mi mente con claridad, por lo que he aprovechado la oportunidad para poder escuchar de su propia boca, la verdad acerca de lo que mis memorias me han mostrado de él.

—Majestad —escucho ser nombrado al tiempo que mi severa mirada se relaja, tras contemplar sentada sobre una camilla y con una bata de paciente a Vanesa Santillán, pues no he olvidado que un hombre libertano colocó una bala en su muslo.

Recuerdo protegerla cuando me encontré con su comando, aunque de igual modo fue herida. Intenta plantar los pies en el suelo, sin embargo, al no poder ponerse en pie vuelve a sentarse para darse un respiro y replantear la idea más tardé. Le pregunto a donde pensaba dirigirse y me contesta que con sus compañeros de batalla, de los cuales no sabe nada desde que huímos del menester y de inmediato le ofrezco averiguarlo.

No encuentro manera de recompensar cada una de las cosas que ella ha hecho por mi hermana y por mí e incluso, pienso que ni siquiera posee una idea de cuan endeuda nuestras vidas han dependido de su ayuda en múltiples ocasiones.

—Pido disculpas por ordenar que te sederan. Solo deseaba que no sufrieras al ser atendida.

Como es de costumbre, su modestia se adueña de ella.

—Desde mi punto de vista, considero una ganancia el salir con vida de aquel sitio. Además, me parece que a usted no le fue tan bien como a mí.

Aquello me hace sonreírle, pesé que ladeo mi rostro para que no se percate de mi cicatriz ahora que mi basta barba se ha esfumado de mi rostro. Y es qué, mi brazo ha sido sujeto a mi pecho y hombro por un vendaje debido a varias colisiones de balas en mi cuerpo. El dolor es incómodo, aunque soportable.

—De casualidad, ¿sabe en dónde nos encontramos? —ella cuestiona mientras le veo tiritar de frío.

—Técnicamente estamos en Santiago, aunque yacenos en los bordes de la frontera entre Teya y Lorde ¿la quieres? —veo como sus ojos se destinan a un montículo de ropa sobre una sillita de madera que debe ser de su propiedad. Ella asiente.

—¿Cerca del lago De los Altos Fríos? —yo niego, y le hago llegar a las manos su chaqueta de cuero.

—Mas bien en el distrito Xi-Ante, aunque si deseas exactitud Junco es el lugar.

Ella sopesa la información, cubriéndose del frío, asimilando lo espetado en silencio, al tiempo que la contemplo y olvido un tanto mis penas. Agradezco internamente que permanezca con vida a diferencia de Damián que ha partido. Me hiere recordar que la última vez que le miré fue para apresarlo y sentir profundo rencor hacía él por haber hecho lo correcto. Proteger a mi hermana.

—¿Su hermana está bien?

Parece como si vislumbrara en mi rostro pesar o angustia. No yace equivocada, pese que las razones por ello si lo son.

—Lo está, gracias. Ofelia está intacta a diferencia de... me habría gustado decirlo de todos los que nos acompañaron en el menester.

—Lo lamento tanto —exclama—. No hay alivio en palabras para situaciones como está, pero lamento lo del general Marven. Sé que era alguien especial para ustedes.

—Era mi amigo —que terrible hablar de alguien en pasado—. Ella me odiara —explayo sin pensar. No comprendo porque, pero a su lado comento cosas que sería mejor mantener solo en mi mente —. Tal vez no ahora, pero conforme transcurra el tiempo mi hermana me odiara. Yo lo hago en estos precisos momentos.

II. LA NACIÓN EN LLAMAS ♨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora