10.

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—  Debes odiarlo, es su culpa que tú padre esté en Azkaban. —  decía una voz profunda y oscura.—  Mátalo.
— continúo aquella voz venenosa

— Largo de aquí. — respondió Adhara sosteniendo su cabeza entre sus manos.

—  No estaré fuera por mucho tiempo, pequeña Malfoy. —  fue lo último que dijo la voz antes de ser sacada fuera de la mente de la rubia.

Habían pasado dos semanas desde la discusión con su hermano y no había día en qué no tuviera que estar alerta para cerrar su mente a tiempo ni día en qué no tuviera pesadillas, pues las provisiones de filtros de paz y pociones para dormir se habían agotado y admitir ante Snape qué necesitaba más le resultaba un poco abusivo y vergonzoso.

Además de que a pesar de lo que dijo seguía buscando la manera de ayudar a Draco aunque trataba de convencerse a sí misma de qué también lo hacía por su padre y su madre, no solo por su hermano.

Adhara se sacudía violentamente en su cama, sabía por la experiencia con su tía Bellatrix que algo o alguien trataba de entrar a su mente pero después de usar varios días de usar la oclumancia para evitarlo estaba exhausta, y ni siquiera podía dormir con tranquilidad por estar alerta de no dejar a cualquier intruso entrar a su mente.

— Ad, Ad, despierta. — la llamo Pansy en medio de la clase de transformaciónes, pues por la perdida de sueño en las noches se había quedado dormida en plena clase.

— Señorita Malfoy ¿Podría mostrarme el hechizo qué estamos practicando?. —  pregunto la profesora Mcgonagall al ver a la rubia un poco desorientada.

—  Lo siento profesora, no lo sé.
—  respondió dejando sorprendida no solo a la profesora sí no al resto del grupo.

— Vaya con su jefe de casa y le informa de ésto por favor. —  informó la mujer entregándole a la rubia un pergamino con una nota.

—  Sí profesora. — respondió Adhara y salió del salón sin decir nada más.

Caminaba en silencio y lentamente tratando de retrasar el momento de llegar hasta el aula de defensa contra las artes oscuras, dónde seguramente el profesor Snape ya había terminado su clase, al llegar, espero a qué todos los estudiantes salieran y tocó la puerta.

—  Adelante. —  dijo el profesor Snape.

— La profesora Mcgonagall envía ésto. — habló la rubia entregando la nota.

—  ¿Qué fue lo qué hiciste?.
— preguntó impaciente el profesor.

— Me quedé dormida...en clase.
— murmuró la rubia.

— Eso es una completa falta de respeto ¿Por qué lo hiciste?.

—  Obviamente no fue a propósito Severus. — repuso la chica. — No he podido dormir bien.

—  Tienes un suministro de filtro de paz y poción para dormir sin tener pesadillas. — reprochó el profesor.
— Debería ser suficiente, te dije que podías venir por más sí lo necesitabas.

— Me los termine. —  susurro.

— ! ¿Qué?! ! ¿Y no me lo dijiste? !
— preguntó el hombre colérico.

—  No quería dar más molestias, señor. — dijo Adhara con sinceridad.

—  Tus manos, ¿Qué te pasó en las palmas? —  pregunto Snape mientras colocaba varios pergaminos en un cajón y veía algunos rasguños en las manos de la rubia.

El horrocrux perdido. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora