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— ¿Alguna vez te han dicho que ruborizarte cuando te vienes es sumamente adorable?

Adorable. Tenía gracia. Un asesino entrenado en uno de los equipos de élite de Estados Unidos no debería ser llamado adorable, aunque Clara parecía encontrarlo de ese modo. Pestañeó perplejo por el cumplido de la joven, y sus mejillas se elevaron lo suficiente como para formar pequeñas arrugas al final de sus ojos. No era una sonrisa completa, pero a ella le bastó para sacar sus dientes blancos a relucir ante él, todavía mirándolo desde una posición inferior con las manos a ambos lados de su estrecha cintura y unos ojos encapotados de deseo.

Simon recuperó la consciencia viendo que estaba en la sala de juntas con el equipo, en vez de con Clara sobre él adulándolo. Juró que sus pensamientos parecían tan reales que sentía el peso de la mujer en todas partes.

Evitó mirarla por encima de la mesa en la que se cernían los planos de la casa de Valeria, que los Vaqueros habían conseguido tras pagar una buena cantidad de dinero a externos de las fuerzas especiales.

Así de fácil era comprar el éxito en esta ciudad.

Ahora que todo había pasado, no sabía cómo sentirse exactamente. El último orgasmo había nublado su mente. Y el tener a la responsable frente a él no le estaba ayudando en exceso. La chica no había sentido repulsión por su cuerpo ni quería huir de su lado por haberla herido con su brusquedad.

Lo cierto es que Ghost había sido uno de los amantes más delicados de los que Clara podía presumir; él se enfocó en hacerla sentir bien, no en usarla como un objeto de despecho. No se mostró temerosa por intimar con un enmascarado del que no conocía ni su nombre real o de dónde provenía exactamente.

Podía afirmar con creces que la experiencia había sido provechosa y placentera, pero no debía repetirse. Tenía que apagar ese lado de su cerebro que suplicaba por su tacto y volver a ser lo que era: un fantasma sin sentimientos y enfocado en su trabajo.

Al mirarla no veía las capas de ropa que la cubrían, sólo veía centímetros de piel canela que saboreó hace horas y que no tenía intención de borrar de su cabeza. Se sentía más como un pervertido que como un posible amante de la joven, mayormente por la diferencia de edad que todavía no podía cuantificar y quizá nunca lo hiciera, pero que ahí estaba y que dejaba un peso sobre sus hombros del que quería deshacerse lo más pronto posible.

— Bien, como sabemos la reunión será esta noche. Mis informantes me dijeron que todos los V.I.P de Las Almas estarán allí esta noche. Algunos invitados, otros...

— ¿Obligados? —preguntó Philip Graves interrumpiendo al coronel.

Clara posicionó su vista en el rubio ceniza. No había tenido la oportunidad de conversar con el líder de la misteriosa Shadow Company que rondaba por la base, y tampoco se moría por hacerlo. De lejos se veía que era un hombre prepotente con el que no todos sueñan con trabajar. Si su prepotencia era en parte debida a su físico, tenía sentido. Una nariz aguileña, espesas cejas grisáceas y un cuerpo alto y corpulento oculto bajo un uniforme oscuro e imponente.

Por muy atractivo que fuese, no era Ghost. No se comparaba a él, a pesar de que sus rasgos fueran una incógnita sin resolver.

— Exacto. No será fácil entrar, pero formulé un plan estos días que podría funcionar. Clara, irás tú primera.

— ¿Cómo? —cuestionó sacudiendo la cabeza y mirando a Alejandro. No le entusiasmaba ser el cebo.

— No estarás sola, mija, Soap irá contigo. —Eso la aliviaba en cierta manera. Dos mejor que uno.

Clara miró al del mohawk con una expresión divertida. Johnny y él tenían química, una meramente sexual, pero química al fin y al cabo. Podían fingir ser una pareja de negocios dispuestos a reunirse con otros magnates de Las Almas e infiltrarse sin levantar sospechas.

𝖘𝖎𝖉𝖊𝖗𝖆𝖑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora