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Sus caderas embistieron el cuerpo femenino sin piedad, sin soltar otro sonido que no fueran bufidos y suspiros cansados. Apenas notaba los arañazos en su espalda, ni oía los gemidos de la mujer en su oído. Solo oía el latido de su corazón desenfrenado y un pitido continuo que no le permitía concentrarse en su tarea al cien por cien.

No estaba concentrado, más bien todo lo contrario. No se sentía él por completo; sino como un robot cubierto de carne y vísceras que seguía órdenes del ordenador central llamado cerebro. En realidad un sudor frío por su columna vertebral era el único atisbo de humanidad que sentía. Su cuerpo ardía al tacto, pero por dentro sentía que nada del interior estaba vivo. Su órgano vital, ese que controlaba sus latidos, estaba cubierto por un manto negro de insensibilidad que se extendía por cada centímetro de su cuerpo y que ni siquiera el tener relaciones íntimas era capaz de curar.

Su mente dijo basta. Su cuerpo se rindió.

Salió del interior de la mujer y se puso en pie en la oscuridad de la habitación, tomando grandes bocanadas de aire y sin sentir la fuerza necesaria para continuar. Esto no era más que un pasatiempo con una vieja conocida, pero eso no quitaba que su vigor no estuviese en su mejor momento.

—Fuera. —Espetó con una voz que pareciera dirigirse a un soldado en lugar de a la venezolana que estaba en su cama.

La mujer de ojos verdes miró a su amante de una noche extrañada por su actitud.

— He dicho que fuera.

— Ghost... —intervino Mara enderezándose de su postura e intentando alcanzarle con su mano, gesto que él esquivó retrocediendo y dándole la espalda.

— ¡Fuera! —exclamó por última vez, en un tono de voz que incluso asustó a la mujer.

Ser usada de esta manera no era nuevo para Mara. Años en el ejército le aportaban muchas experiencias de este tipo con toda clase de hombres, ya fuese de rangos superiores o inferiores. Pero con Simon siempre fue distinto. Se sentía conectada a él tanto dentro como fuera del campo de batalla; y llegó a fantasear con tener una relación permanente con él hacía años.

Esa idea desapareció de su cabeza al poco tiempo, al detectar que él no era el tipo de hombre con el que imaginarse un futuro debido a su trabajo.

Mara llevaba sin reunirse en la cama con el teniente desde hacía más de un año. Y tuvo que insistir mucho para reencontrarse con él después de saber que había vuelto de México. Durante esos meses que pasó sin verle, algo había cambiado en él.

No la había llamado por su nombre al llegar al apartamento. Para él fue suficiente mandar un mensaje diciendo "ya sabes dónde encontrarme" y una mirada fugaz al abrir la puerta para que lo siguiera a su dormitorio y empezara la acción. Sin preliminares, sin besos y sin caricias. Simon no era de esos hombres. Y nunca le había importado. Hasta ahora.

No iba a caer tan bajo como para suplicar por su atención.

Se levantó de la cama con dientes apretados y comenzó a recuperar sus prendas del suelo. Se vistió a toda prisa, queriendo escapar de este lugar y sin querer volver a ver al teniente hasta que solucionase lo que fuera que le pasaba.

Bajó las escaleras con sus botas en la mano y con su chaqueta en la otra, junto a la furia fluyendo por sus venas.

Ghost, decidido a no dejarla escapar con tanta facilidad, atravesó el salón en apenas unos pasos y dirigió una mano al punto donde el cuero cabelludo y la nuca de la mujer coincidían, haciendo la suficiente presión como para provocar dolor. Esto tampoco era nuevo. Simplemente muy pocas veces se dejaba ver esta cara del teniente. Y era mejor así.

𝖘𝖎𝖉𝖊𝖗𝖆𝖑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora