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La incertidumbre de no discernir entre la vida y la muerte estaba a punto de derrotarla. Notaba su pulso retumbando en sus oídos, débil y constante, pero existente. Se encontraba flotando en una nube de abatimiento de la que no estaba segura de poder salir. Era agradable, en cierta manera. No había más dolor ni más preocupación. Era como estar dormida y estar teniendo un sueño lúcido del que no deseaba despertar.

Sentía el tacto de otra persona en sus mejillas y oía voces lejanas. No le quedaban fuerzas para protestar por la invasión, pero no sentía miedo. No sentía nada.

A lo lejos todavía veía el rostro de su padre la noche en que se despidió de ella sin saber que sería la última vez que lo hiciera. Estaba repitiendo recuerdos cuyo significado era que el final del espectáculo se acercaba. Storm cuando era un cachorro. La boda de Valeria y Alejandro. Las caras de los niños del orfanato y sus sonrisas cuando los abrazaba.

No volvería a verlos. Estaba muriéndose y ningún rezo la salvaría de ese fatídico final. Iba poco a poco cediendo al sueño que la inundaba, y el último pensamiento que pasó por su mente fue la noche de pasión pasajera que tuvo con el teniente. Ahora se arrepentía de haber seguido ese impulso.

Aunque de poco servía arrepentirse. El sueño eterno la estaba envolviendo con sus fríos brazos, y ella se estaba dejando secuestrar sin oposición.

— Mierda, esto no va bien... —dijo Alejandro sosteniendo la cabeza de la mujer—. Clara, ¿me oyes?

Había sangre. Por todas partes. En sus piernas, en su abdomen, en el duro pavimento. La joven no respondía a la luz ni a la voz masculina, y verla así provocó estragos en Simon. Había apartado a Ghost y dejado paso al hombre cuya cabeza estaba tan confundida como la de la chica que estaba frente a ellos.

Nunca creyó ser merecedor del amor de nadie, pero ahora menos. Le habían hecho todo ese daño y la habían reducido a un cuerpo con atisbos de vida por la decisión de huir cuando los Shadows se rebelaron.

— No podrías haber hecho nada, Alejandro —añadió Soap arrodillándose a su lado—. Pero estamos a tiempo de salvarla, hay que sacarla de aquí.

— ¿Y que recuerde lo que le hicieron el resto de su vida? No puedo hacer eso, no me lo perdonaría.

— Esa es la menor de tus preocupaciones, coronel— apuntó Soap con un ligero rencor en su voz. No dejaría que Clara muriese si él estaba presente—. Si no la ayudas tú, lo haré yo.

Johnny se arrodilló y cogió a Clara por los hombros y por el hueco de las rodillas para escoltarla fuera de los muros que tanto sufrimiento habían avistado. Simon no había tenido el valor de soltar palabra ni de sugerir llevarla él.

— Teniente, ¿vienes? —preguntó Soap al ver parado al muro humano que era Ghost.

El imponente hombre miraba el suelo con la mente en blanco. A la joven le quedarían secuelas de por vida, en parte por su culpa, al haberla hecho creer en sí misma. Nada de esto habría pasado si ella nunca hubiese accedido a formar parte de Los Vaqueros.

Pero si no la hubiera conocido, seguiría siendo el témpano de hielo sin rumbo en la vida fuera del ejército que siempre había sido. Los sentimientos que vinieron sin previo aviso habían dado cierto sentido a su monótona vida. Y Clara planeaba llevárselos con ella a la tumba.

Sus piernas se movieron sin orden previa hacia los demás soldados. Tenían que dejar a la chica a salvo y después ocuparse de la Shadow Company. La prioridad era que ella no se fuera. Necesitaba volver a ver sus ojos café brillando de felicidad o de furia. Y verla sonreír mientras jugaba con el perro. Verla viva.

𝖘𝖎𝖉𝖊𝖗𝖆𝖑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora