╰•★ 11 ★•╯

2.4K 241 17
                                        



El atronador sonido de los disparos era lo único que se escuchaba en la sala. Sólo uno de los puestos desde donde se practicaba la puntería estaba ocupado. Sólo Clara y la voz de su cabeza insistiéndole en que siguiera disparando una y otra vez. Su puntería había mejorado con creces, y el retroceso era prácticamente mínimo. Todo eso bastaría para saber defenderse con armas de fuego, o eso pensaba ella.

En la mansión de Valeria sólo podría llevar una pequeña pistola silenciada oculta bajo la ropa, y por eso insistía en practicar con pistolas casi cada día debido al odio que sentía hacia ellas. Ya fuera porque estaba en contra de matar a nadie o porque le costó bastante conseguir acertar un disparo en las placas que hacían de objetivos, su conclusión era la misma: no volvería a coger una pistola pasada la misión.

Planeaba volver con su madre a Las Almas y protegerla gracias a lo que había aprendido en la base de Alejandro. Esa fue la respuesta que le dio al coronel cuando le preguntó qué haría cuando acabara todo esto. Johnny le dijo que sería una pena que echara a perder su talento y volviera a casa, aunque ella seguía sin ver ese talento por mucho que insistiera.

Se quitó los auriculares de protección auditiva y notó el palpitar de sus sienes a toda velocidad. Disparar hacía que la adrenalina fluyese por sus venas. Esa misma adrenalina era la que sintió años atrás cuando corrió hacia la calle en la que yacía el cuerpo de su padre y las tenues luces hacían brillar el líquido escarlata que escapaba de su cuerpo por las cuchilladas. Un recuerdo agrio por el que pronto cobraría venganza.

Tenía más cosas en común con el fantasma de las que se imaginaba, y una de ellas era el fatídico final de su familia. A Clara le quedaba la mayor parte de ella: su hermanastra, su madre, algunas tías y varios primos...

A Ghost no le quedaba nadie.

Lo más posible es que tuviera familiares en Manchester de los que ni siquiera había oído hablar, pero no tenía intenciones de volver a esa ciudad para que su maldición recayera de nuevo sobre él. La última vez el precio a pagar fue demasiado caro.

Cuando Ghost observaba a Clara, veía todo lo contrario a él. La había visto llorar de impotencia, al igual que también la había visto llorar y gritar con furia mientras golpeaba el saco de boxeo del hangar. No pudo evitar preguntarse de dónde provenía esa furia, porque no conocía sus debilidades y sus fortalezas. Sus ansias de intentar leerla le sorprendía, porque en Washington o en Hereford no se molestaba en leer a nadie.

— ¿En qué piensas cuando disparas?

Clara ahogó un grito y se llevó una mano al pecho por acto reflejo. Ghost parecía flotar en vez de caminar al aparecer de forma súbita ante ella. Carraspeó antes de dirigir la mirada a la única parte visible del rostro del teniente. Sus ojos ambarinos apenas pestañeaban al mirar los suyos, procurando no perderse ni un detalle de su rostro.

— ¿Qué hace aquí?

— No has estado en el hangar, supuse que estarías aquí.

— No... Estuve ocupada hoy. —Corrigió al instante sus palabras. No podía decirle a Ghost que no había estado en la zona de entrenamiento porque quiso ahorrarle el disfrute de derrotarla con un chasquido de sus dedos.

Las ondas castañas se balancearon con el giro de su cabeza en dirección al suelo. Esa era la prueba irrefutable de que mentía. Su lenguaje corporal hablaba más que su boca.

— Tengo que irme.

Una frase corta que le daba la oportunidad de huir. Pero con Ghost, esos trucos no servían. Se acercó a ella, tan sigiloso como siempre, y la miró desde lo alto de su torre en ruinas buscando algo en ella que Clara no comprendía.

𝖘𝖎𝖉𝖊𝖗𝖆𝖑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora