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Storm no lo atacó esa noche. Ni ninguna otra. El perro volvió a ser el amigo que siempre fue en cuestión de horas, y fue el ancla al que Clara se aferró en aquella fría celda en la que pasaban los días sin tener noticias de Ghost o de Soap. Asumió que la habían dejado atrás, por su propia seguridad, y que ahora ya estaban muy lejos de ella. Y quién sabe dónde estarían Alejandro y Rudy, si es que seguían vivos.

Con el paso de los días, su cuerpo tenia más y más síntomas de una enfermedad desconocida que podría matarla si conseguía invadir su cuerpo por completo. Su espalda volvía a estar salpicada de manchas rojizas por doquier, y eran más notables en su piel pálida. La falta de alimento la debilitaba a cada hora que pasaba, por darle su única ración diaria a Storm. Y su cuerpo estaba cambiando. Su vientre estaba inflamado y su pelo enredado no colaboraba en su imagen personal, un aspecto que debería ser la menor de sus preocupaciones.

Valeria solo fue a verla en una única ocasión, y fue para burlarse de ella más que sentir compasión. Y Clara creía que tenía razón en una de tantas cosas hirientes que dijo: había pecado de valiente. Ghost la hizo creer en sí misma, para al final no servir de nada. Allí no podía defenderse, y si lo intentaba, el Shadow o quien fuera que estuviera se encargaría de dejar una marca nueva en su cuerpo y de golpear a Storm para hacerle todo el daño posible y robarle el sueño esa noche.

Todo el maltrato y las humillaciones que recibía quedarían atadas en su mente por muchos años, al igual que en la del perro. Le costaría volver a confiar en alguien si es que volvía a hacerlo, de la misma manera en la que Storm había comenzado a detestar a todo hombre que se acercase a la celda.

No estaba segura del tiempo que llevaba entre esas cuatro paredes, porque pasaba horas dormida para evadir la sensación de hambre acurrucada con el pelaje del perro en busca de calor, hasta que las náuseas la despertaban y la hacían soltar escupitajos de bilis en el inodoro de la esquina.

Graves portaba una sonrisa satisfecha en su rostro cuando iba a verla a través de la puerta y veía su estado cadavérico. Las torturas comenzaban a surtir efecto, y su alianza con Valeria era próspera. Todo iba según lo planeado. Alejandro no tardaría en rendirse y darle su base por la fuerza.

El coronel se pasaba las manos por el pelo inquieto. Clara, su familia, estaba sufriendo y si deseaba acabar con ese sufrimiento solo tenía que renunciar a todo aquello por lo que llevaba años luchando. Su base, sus Vaqueros y su título de coronel.

Su testarudez le estaba haciendo sentir un hombre despreciable. Solo llevaban una semana encerrados, y se lamentaba cada minuto por haber caído en esta trampa en la que Clara estaba envuelta. Su vida había ido a peor desde que le ofreció ser parte de las fuerzas especiales, y la devastación lo llenaba por la realización.

Su tortura consistía en ver por una grabación lo que hacían con la chica y no poder apartar la vista sin tener esas imágenes en su cabeza destruyendo su lucidez. Era una bala que lo estaba matando desde el interior, y para la que no había cirugía con la que extraerla.

Apoyó los antebrazos en sus rodillas y tomó aire. No podía seguir siendo parte de esto. La próxima vez que Graves viniera, le concedería sus deseos. Él reinaría en su base, y Valeria sería liberada de todos sus cargos en cuanto Graves dispusiera de los fondos de los Vaqueros.

Años atrás, ella luchó espalda con espalda junto a él y cuando sus caminos se separaron, su objetivo pasó a ser capturar al Sin Nombre, sin poder saber que era ella.

𝖘𝖎𝖉𝖊𝖗𝖆𝖑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora