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Correr. Saltar. Esquivar. Correr. Saltar. Esquivar. Y disparar, disparar también. En eso consistieron los primeros días de entrenamiento de Clara. Resultaba monótono, aunque tarde o temprano daría sus frutos, más si estaba bajo el ala de Alejandro.

No volvió a tener más desmayos sorpresa que la dejasen inutilizada el resto el día, y cada día entrenando junto a Storm lo hacía compaginarse con él mucho mejor. Parecía que el perro leía sus pensamientos y se adelantaba a sus movimientos en el terreno. Si ella apuntaba con su arma, él ya estaba en posición de defensa por delante en caso de que aparecieran más enemigos.

Era un pero con grandes capacidades aún sin descubrir, que poco a poco se dejaban ver gracias a los esfuerzos de Rudy por ponerlo a nivel de los otros perros de la base.

— Rudy lleva amando a los perros desde que era un chamaco. Storm está en buenas manos, Clarita. —Le afirmó Alejandro cuando llegó el momento de despedirse de él hasta el día siguiente.

— No me preocupa Storm, me preocupa Rodolfo —bromeó ella, viendo a Storm saltando para mordisquear el brazo del moreno de pelo canoso, sin intenciones de dañarlo. Era su forma de divertirse.

La relación con el sargento MacTavish afloró rápidamente. Él le daba a Clara nociones básicas después de sus entrenamientos y pasaba algunas horas con ella si la notaba desanimada.

— No puedes estar al nivel de unas Fuerzas Especiales el primer día, Clara.

— ¿Y si nunca llego a estarlo? —preguntó apenada, con la cabeza entre las rodillas, el sol poniéndose en el horizonte.

Había sido un día largo para ella, teniendo apenas unos minutos de descanso antes de volver a acribillar a los paneles de madera. Los consideraba amigos, por los largos ratos que pasaba junto a ellos. Los tenía contados y sabía la localización de cada uno de ellos, hasta sabía los mejores sitios desde donde disparar para acertar en el centro de la placa. Aún no sabía que esos objetos eran móviles y memorizar su localización no le serviría de nada, porque Alejandro los movía junto a los Vaqueros, dificultando encontrarlos o acertar un disparo certero.

— Siempre contarás con haberlo intentado, ¿no crees? —El ojiazul la vio elevar una de las comisuras de sus labios, medio convencida. Su pesimismo la ganaba más de lo que le gustaría admitir—. ¿Has probado el combate cuerpo a cuerpo?

— Soap, yo sólo podría patearle la espinilla a alguien y aún así hacerle cosquillas. Además, no me gusta la agresividad. Es Valeria a la que le gusta.

— Cierto, olvidaba que cada hermana tiene una cualidad que la hace única —dijo él fijando su mirada en el rostro de Clara, iluminado de un tono anaranjado por la puesta de sol. Unos mechones apenas perceptibles se mecían con el aire otoñal. No lograba entender por qué esa chica se infravaloraba tanto.

— ¿Tienes hermanas, Johnny? —Le devolvió la mirada. Sus ojos estaban apagados a causa de todo un día disparando y corriendo junto a Storm.

Agradecía la compañía del hombre, Alejandro no siempre podía estar a su lado y con Soap el tiempo se le pasaba volando.

— Sí, dos gemelas a las que odio y quiero a partes iguales.

Clara detectó el tono humorístico en su voz. Valeria fue terriblemente cruel con Clara, pero ella la quería, por muy poco que fuera. Cuando eran pequeñas compartieron momentos de paz, como le contaba su madre al verla llorar después de discutir por cualquier estupidez adolescente.

No supo en qué momento todo se distorsionó entre ellas y pasaron a ser blanco y negro. Lo más probable es que fuera cuando Valeria descubrió el dinero fácil y la corrupción. Para ella el dinero sería siempre primordial, Clara buscaba la felicidad y la estabilidad en su vida.

𝖘𝖎𝖉𝖊𝖗𝖆𝖑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora