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Al entrar los tres en el ascensor, el silencio fue más pesado que nunca. Soap miraba las puertas doradas sin expresión aparente, no como Clara cuya ansiedad la hacía querer estar devorando sus uñas y no a punto de capturar a su hermana mayor. O más bien, lo que quedaba de ella en el cuerpo del Sin Nombre.

— ¿Todo bien? —preguntó Alejandro a ambos, que asintieron sin decir nada—. Armas listas, puede haber resistencia en este piso.

— Solo un guardia en la puerta al fondo. —Bendito fuera Ghost y su estado constante de alerta en busca de posibles amenazas.

— Recibido, gracias teniente.

Clara puso los ojos en Soap. Todavía se preguntaba la causa por la cual la había besado en aquel dormitorio y no parecía querer soltarla. ¿Esa muestra de posesividad era por ella o por el teniente? Hablarían de ello en la base, si es que podían estar a solas por un minuto. Lo más probable era que su amistad con el sargento tuviera las horas contadas.

Sonó el timbre que abría las puertas de la tercera planta. Todo estaba muy tranquilo, y como había dicho Ghost, un guardia en la puerta del fondo no les supondría mucho esfuerzo.

— Iré yo —declaró Alejandro—. Clara, conmigo. Soap, tú cubre desde aquí.

El coronel agarró con brusquedad a la mexicana por las muñecas y avanzó por el pasillo arrastrándola detrás de él y retorciéndose fingiendo oponer resistencia. Alertaron al guardia al instante, que se acercó a ellos con el arma en sus brazos y apuntando.

— ¡Alto! ¿Qué hacen aquí?

— Esta es la asesina de Diego, la traigo para que pague al Sin Nombre por su crimen.

— ¿Esta morrita mató a la mano derecha del Sin Nombre? Creo que puedo encargarme de ella yo solo. —El guardia agarró a Clara por la barbilla, mirándola con la suficiente lascivia para que ella sintiera repulsión.

Como por acto reflejo, escupió al guardia en la cara y adoptó una posición de lucha que hizo que Alejandro la soltara y pudiera asestar una patada con su afilado tacón al guardia en el torso, cortándole la respiración y haciendo que se agachase.

— Nadie toca a las Garza sin su permiso, creía que lo sabías teniendo en cuenta para quien trabajas. —Y con eso, sujetó la cabeza del hombre y la acercó a su rodilla dejando como consecuencia una nariz sangrante y un cuerpo inconsciente en el caro suelo de la mansión.

El silencio fue aún más atronador que en aquel ascensor.

Alejandro miró a Soap y este caminó hacia ellos procurando no hacer ruido por si Clara adoptaba una posición defensiva otra vez. No podría negar que estaba impresionado.

Ghost miró la escena desde la colina, con aires de suficiencia al ver que su entrenamiento había surtido efecto y la chica sabía defenderse sola. Las esquinas de sus labios se elevaron bajo la máscara. Debía estar orgullosa de la sangre mexicana que corría por sus venas, pues fue la que la instó a seguir adelante y la que le había permitido derrotar a un hombre armado por una simple intimidación.

— Muy bien, Clarita, sigamos. —Las palabras de Alejandro la reconfortaron. Sentía que había perdido el control por un instante. Y esperaba no haber matado al guardia. Con una nariz rota le bastaría para que dejase de tener esas actitudes degradantes con las mujeres.

Entraron en el estudio de Valeria. La pared del fondo estaba llena de estanterías con libros en todas las baldas, y una luz cálida iluminaba la sala. Los muebles eran de madera y la alfombra del centro era mucho menos hortera que la que tenía Diego, pues tenía motivos hechos de hilos de colores que recordaban a los que llevaban en otros países vecinos en la ropa.

𝖘𝖎𝖉𝖊𝖗𝖆𝖑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora