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A partir de ese momento, Clara empezó a entrenar a diario. Lloviera, nevase o hiciera un sol abrasador, ella siempre sacaba tiempo. Claro que la nieve no era el clima habitual en Mexico, sino más bien el mercurio disparado en los termómetros gracias a un sol abrasador en un cielo despejado.

El calor no era de gran ayuda. Correr y sentir las refrescantes gotas de sudor deslizándose por su nuca era un aliciente para que siguiera adelante, como le indicaba su cuerpo. No había circuito de obstáculos que su velocidad no pudiese derribar, y Ghost se dio cuenta de ello a las pocas semanas de comenzar a entrenar.

Se permitió observarla junto al coronel, y en ocasiones junto a Johnny, solo por ver si las palabras que intercambió aquella noche en la que sus ojos destilaban pesimismo y el miedo la superaba en tamaño de la misma manera que él lo hacía. Se sentía su sombra mientras la veía entrenar, ya fuese bajo la luz del cielo nocturno y los focos o de día en el hangar lleno de barras de acero y pesas.

Soap era un mero espectador, pues Clara lo había borrado de su mente con un chasquido y no había vuelto a pasar por los dormitorios masculinos en su búsqueda para que le brindase consuelo.

Y eso molestaba al escocés, y molestaba sobretodo a su orgullo hecho pedazos. No pudo deducir si no la hizo sentir bien o simplemente era que Clara quiso pasar página y en la siguiente no se incluían los romances pasajeros.

Acudió una, quizá dos veces a la supervisión de la última incorporación a los Vaqueros; hasta que decidió dejar de humillarse a sí mismo rogando por la atención de la mexicana y tomó su propio rumbo en la base, lejos de la tentación.

Ghost si continuó observándola, y el principal motivo era supervisarla para que no se hiciera daño por su falta de experiencia, solo que sin tener que corregirla al no ser su entrenador personal. De eso ya se encargaba el coronel, si tenía tiempo libre para atenderla a ella en vez de a sus responsabilidades de líder.

La mayor sorpresa tuvo lugar el día que la vio prepararse para golpear un saco de boxeo. Apenas lo movió unos centímetros al hacerlo, y aun así ella parecía satisfecha con los cambios físicos que la habían hecho sacar la valentía suficiente para golpear a un objeto que colgaba del techo que probablemente pesara más que ella misma.

Cuando su cuerpo estaba cubierto en sudor después de hacer una tabla de ejercicios, le gustaba deslizar el dedo índice por las líneas que comenzaban a marcarse en su abdomen. Le costó muy poco conseguir a formar sus abdominales por la poca grasa corporal con la que llegó a Los Vaqueros, y Ghost tampoco se perdió ese detalle.

Verla así de satisfecha hacía surgir una pizca de orgullo en él, por ser el detonante de que decidiera dar el paso al mejor cambio de su vida, aunque guardaba para sí mismo esa sensación, porque no era un hombre al que le gustase compartir sus pensamientos. Tantos prejuicios habían dejado huella en él.

Los primeros días fueron todo un reto para Clara. Hubo sensaciones previas al desmayo, fata de aire y un sudor frío mucho más siniestro que resbalaba por su espalda advirtiéndole qué pasaría si se rindiera. Su mente y su hermana mayor llevaban ya suficientes años atormentándola, y había llegado la hora de que parase.

El debate interno había sido finalizado, y ahora la única opción era mirar hacia delante y mejorar todo lo posible.

A medida que pasaban las semanas, Ghost intentaba auscultar a Clara sin éxito. No podía figurar qué pasaba por la mente de la mujer porque nunca había profundizado tanto con ninguna otra. No era inexperto en ciertos ámbitos relacionados con el género femenino gracias a su físico y a su seductora voz a ojos de los demás, pero Clara era un sujeto enigmático para él. Quería hablar con ella, saber por qué no se había rendido. La respuesta era simple, era gracias a él.

𝖘𝖎𝖉𝖊𝖗𝖆𝖑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora