El método Aiger (Aiger Akabane)

Capítulo 39

Hey ¿Estás bien?

Hizo una mueca al ver que no había respondido...A ninguno de sus mensajes desde hacía 4 días. ¿4 días? ¡Por favor!

O sea si, sabía bien que casi no usaba su celular (Que hacía relativamente poco acababa de conseguir, para facilitar la comunicación con los que si eran sus amigos) pero esto era ridículo. 

Mínimo el visto ¿No?

—¿Sigues esperando Romeo? —Se burló Ranjiro. Aiger sonrió sarcásticamente guardando su celular, sin responder. —Es broma...Pero ¿Aún no te responde? ¿Será por ese tema de su no amistad?

—Probablemente...O le habrá pasado algo. —Pensó en voz alta. Ranjiro negó.

—No lo creo...Digo...Es Lya. —Y por eso mismo estaba preocupado; ella tenia la extraña tendencia a meterse en situaciones ridículamente problemáticas y curiosas.

—Pues últimamente se estuvo quejando mucho de dolor de estómago. —Aiger y Ranjiro miraron a Fubuki de forma extraña. —Solo digo, solo digo. —Aiger se removió preocupado.

—Es raro que falte 4 días seguidos. —Dijo el castaño. —¿Y si vamos a su casa?

—¿Vamos? —Repitió Ranjiro incrédulo, haciendo mucho énfasis en la palabra.

—Voy. —Corrigió el Blader rodando a los ojos. —Es que, no sé si puedo ir.

—¿No has ido muchas veces?

—Si, pero no sé. —Dijo inseguro, aún atento a su teléfono, que había vuelto a sacar al escuchar una notificación esperando a que fuera algo referente a la albina. —Creo que esperaré un poco más.

—Como quieras Romeo. —Respondió Ranjiro, siendo nuevamente ignorado por Aiger. —Igual, espero que no sea nada grave.

Las horas de entrenamiento pasaron muy lentas, más que nada por su insertidumbre, que era más grande que cualquier pensamiento que tuviera en mente.

Tan pronto como terminó el entrenamiento, recogió sus cosas apurado y salió de inmediato rumbo a la casa de los Kurenai. Al llegar, no podía dar crédito a lo que veía.

—¿Aiger? —Preguntó Shu al abrir la puerta, con una ropa más relajada (en comparación a lo que estaba acostumbrado) lo que lo hacía verse extraño.

—¿Shu? —Preguntó Aiger de la misma forma. —¿No regresabas a Estados Unidos después del fin de semana?

—Surgió algo. —Se limitó a responder, sin dejarle claro si podía pasar o no. —¿Qué se te ofrece?

—¿Y Lya? —Shu abrió los ojos, en una expresión muy extraña.Lo que le hizo sospechar que algo había ocurrido. —¿Pasó algo?

—Ehhh...Bueno... —Alargó el mayor como midiendo lo que diría. —¿Por qué no mejor hablamos después?

—Oh mira, es Aiger. —Habló el mayor de la casa con un tono serio, apareciendo por detrás de su hijo. El cual cerro los ojos con cansancio. —Casualmente escuché que tocaron la puerta y me acerqué. ¿Qué tal?

—Señor Kurenai, hola... —Saludó Aiger. —¿Cómo se encuentra?

—Bien. —Respondió a secas. —¿Entras? —El chico asintió, a lo que Shu se hizo a un lado.

—Gracias. —Dijo al escuchar el sonido de la puerta cerrarse; siguiendo al adulto directo a la cocina, siguió hablando. —Solo vine a ver a Lya, pero ¿Está enferma?

—Está internada. —Respondió el padre de la nombrada con tranquilidad.

—¿Internada? —Se alarmó Aiger. —¿Por qué? ¿Es grave?

—Digamos que el fin de semana colapsó. —Explicó Shu. —No sabemos la causa, el médico nos dijo que su signos eran normales; la única anomalia que encontraron fue una úlcera que tenía en...Bueno, en si eso no es lo que causó el colapso. En ese sentido estamos en blanco.

—¿Pero está bien? —Preguntó Aiger preocupado. —¿Solo eso les dijeron? ¿Dónde está internada? ¿Puedo ir a verla?

—Si. Está en el hospital del centro. —Respondió el padre de Shu. —¿Te paso el número de la habitación?

—Por favor. —Dijo con una muñeca preocupada, anotando su ubicación en su celular.

—Aiger ¿Te puedo pedir un favor? —Le dijo Shu mientras escribía las indicaciones del adulto.

—Claro.

—No comentes esto con nadie ¿Si? Por favor.