Capítulo 8

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Mi pincel se deslizaba por el lienzo, la música sonaba fuertemente por los parlantes que tenía en mi habitación. Había pasado ya una semana desde la última vez que vi a Abby, una semana en la que les recrimine las cosas a los chicos y ellos admitieron culpa total.

Habían perdido gran parte de mi confianza, a pesar de que su estúpido plan me había ayudado a resolver cada pregunta, me había dolido la forma en la que paso todo.

La primera chica que me interesa y resulta que soy un trabajo de caridad.

Llevaba al menos una hora encerrada en mi habitación, estaba por bajar cuando escuché a Abby entrar, así que volví a mi habitación. Que este enfadada y dolida, no significa que lo que sea, qué sienta por ella, desapareciera.

Sabía que seguía abajo, los chicos me avisaron que sería una reunión de amigos, pues claramente, no iba a estar, sería incómodo para mi y para todos en general. Pero me estaba dando hambre y con hambre mis dotes artísticos no funcionan en lo absoluto.

—Estúpido estómago.

Me levanto de la silla y dejo el pincel en agua, mir la ropa que traigo y como es de esperarse, esta llena de pintura, al igual que yo. La camiseta blanca, ya no es blanca, los pantalones de pijama, ya no son de pijama, soy un lindo desastre artístico.

Bajo las escaleras, no están en la sala pero los murmullos se escuchan de la cocina. Respiro hondo antes de entrar, no miro a nadie, voy directamente a la nevera y la abro.

—Tenemos pizza y pastel de nueces.

—Soy alérgica a las nueces pero gracias, Thomas—Saco una botella de agua y comienzo a urgar entre los muebles—¿Quedó lasaña?

—En el horno, cielo.

Me acerco al horno y efectivamente, hay un trozo de lasaña, la meto al microondas y repiqueo los dedos en el mueble, siento la mirada de todos sobre mi y es incómodo, no me gusta ser el centro de atención.

—¿Que pintas?—Thomas aparece a mi lado, apoyándose en el mueble.

—Un prado floreado, aun no se que mas agregarle—Cuando el microondas termina, sacó el plato, un tenedor y miró a Thomas—Cuando lo termine, te lo mostraré.

Salgo de la cocina, con el corazón latiendome a mil, ni siquiera la vi, no se si felicitarme por eso o volver a bajar para volver a verla.

Me dejó caer nuevamente en mi silla y me dedico a comer mientras analizó mi cuadro, debería estar haciendo el trabajo que debo entregar pasado mañana pero no estoy haciendo eso, estoy pintando algo que no tiene nada que ver con mi trabajo.

Bajo la música a un nivel más moderado y justo siento golpes en mi puerta.

—Pase—Dejó el plato a un lado y tomó el pincel nuevamente.

—Hola, Pinkie pie—Giro mi cabeza para ver a Abby.

Su cabello sigue igual, solo que ahora tiene flequillo, sus ojos no van delineado, pero si esta maquillada, su ropa sigue siendo negra, sudadera y pantalones, incluso las botas. Y aun así, la estúpida se sigue viendo bien.

—Hola, ¿Necesitas algo?

Eso, eso, firme.

Que no se note que te duele.

—No, sólo... Venía a verte.

Sus ojos lucen un poco cansados, y eso solo hace que quiera levantarme a abrazarla.

—Oh... Bueno, hola.

Vuelvo a ver la pintura y trato de ignorar su presencia, aunque eso no me dura mucho porque ella se gana a un lado de mi cuadro.

Bajo una tormenta. {✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora